jueves, 23 de octubre de 2025

Magia Sexual✨


      ¿Qué pensarías si te dijera que el sexo no solo es un lenguaje de amor, una forma de obtener placer o una práctica entre dos amantes? ¿Y si te dijera que también es la fuente de energía principal en ciertos rituales? Si me lees desde hace tiempo, sabes que soy fan del terror (a muerte). El año pasado ya hice un post temático sobre el tema (si no lo has leído, corre a leerlo... si eres capaz). Y te confieso que me divertí muchísimo (soy una freak del terror... lo sé). Este año quiero ir un paso más allá: no solo hacer un post, sino dos. Claro, no me voy a meter de lleno en lo perturbador (todavía), pero eso no significa que el sexo, en su complejidad, no tenga sombras o un lado oscuro. Esta semana hablaremos de rituales (de índole religiosa, energética o incluso satánica) invocaremos los placeres que el miedo nunca pudo apagar. ¿Quieres entrar al lado oscuro del deseo? 

🕯️ Cuando el orgasmo era una ofrenda 

El placer sexual hoy en día es un acto normal. Es casi banal y corriente. Pero mucho antes de que el sexo fuera un pase directo al disfrute y goce del cuerpo, en la antigüedad era considerado un acto sagrado. En muchas civilizaciones se dictaba como debía iniciarse una persona en el sexo, pero también se utilizaba el acto sexual como ofrenda a una deidad. ¿Con qué propósito? Para invocar fertilidad, abundancia o poder. Sí, el sexo era considerado un acto que podía abrir puentes entre lo terrenal y lo místico. Cada gemido era una plegaria y cada orgasmo se convertía en ofrenda. 

En la antigua Mesopotamia, por ejemplo, las sacerdotisas del templo de Inanna (la diosa del amor y la guerra) realizaban rituales sexuales como forma de conectar con lo divino, con lo cósmico. Se creía que esta diosa, Inanna, practicaba la prostitución sagrada, los que justificaba los rituales y actos en torno al sexo. 

Siglos después, los ocultistas del siglo XX (como Aleister Crowley y su Orden Templaria del Oriente) llevaron esta idea al extremo. Creían que el sexo era el canal más puro para acceder al poder interior, una especie de “magia roja” en la que los fluidos sexuales y la energía orgásmica eran materia prima para los hechizos. En sus rituales, el cuerpo se volvía altar, el deseo una herramienta, y el orgasmo… una llave hacia dimensiones desconocidas

Pero no todos los rituales sexuales nacieron desde la devoción o la búsqueda de lo divino. En algunas culturas, el sexo se convirtió en un acto de poder, incluso de violencia simbólica. La tribu Sambia, en Papúa Nueva Guinea, por ejemplo, realizaba antiguos rituales de iniciación en los que los jóvenes eran obligados a practicar sexo oral con los hombres adultos para “absorber” su fuerza vital. Creían que el semen contenía la esencia de la masculinidad, y que sin esa “transferencia” no podrían convertirse en verdaderos guerreros. 

No era erotismo: era dogma. Un rito que convertía el cuerpo en herramienta de jerarquía y control. Y aunque hoy nos parezca arcaico, esa idea (la de usar el sexo para dominar o ser dominado) sigue presente, camuflada en muchas dinámicas modernas. 

🌑 El cuerpo como altar 

Y pasamos de las ofrendas a los dioses o las iniciaciones sagradas, a usar el cuerpo como templo donde ocurre la magia. Inspirado en las prácticas de brujería y alquimia, existieron (y existen aún hoy) rituales donde los fluidos son considerados elementos sagrados. El cuerpo femenino, y en especial la vulva, era visto como un portal hacia la vida y la sabiduría en muchos rituales paganos. Pero, con el paso del tiempo, todo lo que tuviera que ver con el cuerpo de la mujer fue convertido en pecado, prohibido, condenado.

Un ejemplo clásico de este tipo de rituales es el ritual lunar, donde la mujer recoge su sangre menstrual para usarla en ceremonias de luna nueva o llena. Es muy conocido dentro de la brujería moderna y se utiliza para “sembrar” intenciones. Otro tipo de rituales con fluidos es el del llamado elixir sexual, practicado por quienes creen que el semen y los fluidos vaginales contienen energía vital. Se usan para unir personas, sellar conjuros o potenciar deseos. (Dime que tú también estás impactada, no puedo ser la única).

En Oriente, el sexo también fue considerado un puente hacia lo divino. En la India nació el Tantra, una filosofía que veía el placer como energía sagrada y no como pecado. Dentro de ella existía una vertiente más secreta, el Vama Marga o “camino de la izquierda”, donde el sexo, el vino y la noche se usaban como vías para trascender los límites humanos.

Sus practicantes creían que solo enfrentando lo prohibido podían alcanzar la liberación. En sus rituales se combinaban mantras, respiración, caricias lentas y una mirada fija hasta que el cuerpo se volvía trance. No era sexo, era comunión: una forma de fundirse con lo divino a través del deseo.

Pero si de rituales sexuales hablamos, hay uno que supera a todos en intensidad: el pacto con sangre. En este rito, la pareja se pincha el dedo mientras tiene sexo para consagrar su unión, convirtiéndola en algo más místico... y obsesivo. No es un símbolo romántico cualquiera: es un recordatorio de que, en la magia sexual, el cuerpo no solo siente, también promete.

Pero si hay rituales que despiertan tanta curiosidad como deseo, son los que se celebraban en grupo (así, es, esas "orgías" que vemos en las películas). En la Europa barroca y victoriana existieron círculos secretos formados por aristócratas y artistas (sociedades de placer donde se mezclaban religión pagana, erotismo y poder). Vestidos con túnicas, ocultos tras máscaras, juraban silencio antes de comenzar. No era una simple orgía: era una ceremonia. Cada gesto tenía un significado, cada cuerpo una función. El anonimato los liberaba de culpa; el deseo, de toda moral.

Siglos después, algunas órdenes de magia sexual como la Ordo Templi Orientis retomaron estos conceptos. En sus rituales, varias parejas participaban al mismo tiempo en ceremonias de invocación: velas dispuestas en círculos, símbolos astrológicos pintados sobre el suelo, música lenta, respiraciones sincronizadas. Creían que el placer compartido multiplicaba la energía, convirtiendo el éxtasis en una ofrenda colectiva.

Y aunque hoy suene a leyenda o a guion de cine, lo cierto es que muchas de esas reuniones existieron. Lo que hacía Kubrick en Eyes Wide Shut no era fantasía: era una advertencia velada de hasta dónde puede llegar el ser humano cuando confunde la fe con el deseo (¿alguien dijo teoría conspirativa?).

🩸 Cuando lo sagrado se vuelve secta

Pero no todos los rituales se usan para la búsqueda espiritual, la liberación del deseo o la conexión con algo superior. Algunos tienen un propósito más perverso, más oscuro, más peligroso. ¿Qué pasa cuando un ritual se hace en nombre de la fe para cometer actos macabros? Oh, amiga… esto se ha mal usado tantas veces que por eso los rituales arrastran esa aura maligna que los rodea. Hay quienes los practican disfrazándolos de sagrados para justificar la dominación, el abuso o la obsesión. A lo largo del tiempo, la palabra ritual ha sido una excusa perfecta para controlar cuerpos (sobre todo el femenino... que raro, ¿verdad?)  para manipular desde la espiritualidad y vestir el poder de santidad.

En el siglo XX surgieron grupos que mezclaban espiritualidad, sexo y poder, prometiendo liberación mientras tejían redes de manipulación a familias enteras, involucrando no solo a las mujeres, sino también a los niños y niñas. En los años setenta, el culto The Children of God predicaba amor libre en nombre de Cristo, pero detrás de ese discurso había coerción, abuso y manipulación sexual disfrazados de “rituales de amor divino”.

Décadas más tarde, en el siglo XXI, el caso de NXIVM repitió el patrón: un supuesto curso de superación personal que terminó siendo una secta donde las mujeres eran marcadas con las iniciales del líder y forzadas a “rituales de entrega” bajo promesa de iluminación espiritual. Pero lo que realmente buscaban era obediencia. No era energía, era control.

Y como estos, existen muchos más casos de cultos espirituales donde se realizan rituales con mujeres y menores, bajo la excusa de “iniciaciones” o “matrimonios sagrados”. (Sí, casan a niñas de trece años con hombres de treinta o cuarenta). Aquí el ritual deja de ser un acto simbólico y se vuelve un arma: usa el miedo, la culpa y el abuso como eje central. Por eso son tan peligrosos. Porque te convencen de que debes hacerlo, de que Dios lo pide, de que eres “afortunada” por ser la elegida del pastor. En esos casos, la fe se convierte en jaula, y el deseo, en excusa.

También existieron movimientos inspirados en el ocultismo o el satanismo moderno que usaban el sexo ritual como excusa para crear jerarquías, exigir devoción o atar emocionalmente a los seguidores. En todos los casos, el patrón se repite: el ritual se convierte en herramienta de control.

La perversión de los rituales ocurre cuando se borra el consentimiento. Cuando uno de los cuerpos deja de ser altar y se convierte en objeto. Y ahí, lo que antes era magia se vuelve trauma. El sexo ritual, en su origen, fue una forma de expansión; pero en manos equivocadas, puede ser una jaula disfrazada de iluminación. Por eso, si hay una enseñanza que sacar de esta historia es esta: ningún ritual es sagrado si te apaga. Lo sagrado te enciende, te expande, te devuelve el poder. Lo demás solo quiere controlarte, degradarte o utilizarte. 

Como ves, los matices que rodean a los rituales son tan variados como extraños. En cada cultura y en cada época, han existido prácticas alrededor del sexo con intenciones tan distintas como quienes las ejecutan. Pero, al final, el poder central del ritual es el mismo: el sexo como energía, como portal, como magia del cuerpo... y también como herramienta de control. Los rituales no son ni buenos ni malos: todo depende de la intención con la que se practiquen. Pueden ser un acto de liberación o una forma de dominación, una caricia o una condena. Pueden curar o herir, elevar o poseer. Todo depende de si tienes la dicha (o la maldición) de practicar uno. ¿Con cuál te quedas? 🕯️

Y por mucho que nos hayan educado para temerle a lo sagrado, a lo místico, también nos enseñaron a callar el deseo y a negar la magia que habita en nuestro cuerpo. ¿Por qué crees que quemaron a tantas mujeres en la hoguera durante la Inquisición? No fue porque invocaran a Satán en rituales sexuales para maldecir sus aldeas (aunque esos eran los cargos, te lo juro). Si no porque eran mujeres que entendían el cuerpo, que sabían curarlo con hierbas e infusiones. Mujeres que compartían conocimientos herbolarios para aliviar los dolores menstruales, cuidar los embarazos o disminuir el dolor del parto. ¿Por qué lo hacían? Porque todo lo relacionado con el cuerpo femenino fue considerado pecado, lujuria, tentación… y maldición. La mujer debía sufrir, no sentir placer ni alivio, solo sufrimiento y dolor. Debía obedecer, no sanar.

Eso sí: la verdadera magia no está en las velas, sino en la conciencia. Tocar(te) sabiendo que estás despertando tu poder y tu deseo (no la culpa ni la vergüenza impuesta por la moral religiosa o social) es liberación. Es tener el control de tu cuerpo y de tu mente. ¿Quieres practicar un ritual para encender la llama? Hazlo. ¿Prefieres quedarte como estás, sin probar? También es igual de válido. Al final, lo único que importa es lo que tú quieras: ser hechicera, bruja, devota… o diosa

¡Nos leemos en el próximo post!🕯️🖤

Fuentes para esta entrada:

Rituales Sexuales que parecen sacados de una película de terror - Blog Rosa

7 Impactantes rituales sexuales que aún se practican en el mundo - Extra.Ce

Quince fascinantes rituales sexuales alrededor del mundo - Cultura Inquieta

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4 comentarios:

  1. Genial mi amor, me encanta tu pasión por el sexo, el placer y lo oscuro. Tus escritos son pura fantasía. 🔥❤️

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    1. GRACIAS mi amor!!❤️❤️❤️ tu me inspiras todos los días a ll gar más lejos en mi escritura!! Te amoooo❤️❤️❤️

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  2. Muy interesante ,como todo lo que publicas 👍

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