This is Halloween, this is Halloween... 🎃 Bueno, técnicamente es mañana, pero yo ya estoy celebrando desde que volví de la luna de miel. Ya sabes lo mucho que amo el terror. Por eso es mi festividad favorita (sí, más que Navidad). Es como el día oficial de los freaks (guiño, guiño). Esta semana quiero que naveguemos juntas por un tipo de sexo que puede parecer morboso, escandaloso, raro y perturbador. Porque sí: el terror no solo está en las películas, en los libros o en la vida real (como cuando te toca caminar sola por la calle de noche). El terror también puede aparecer cuando estás vulnerablemente excitada. Cuando tu cuerpo se entrega al placer absoluto… sin saber del todo qué le puede pasar. Dime… ¿alguna vez te ha excitado algo que te diera miedo?
En este blog hemos explorado distintas prácticas de impacto, e incluso algunas parafilias. Y sí, muchas de ellas pueden considerarse perturbadoras. Pero hoy daremos un paso más allá: navegaremos por prácticas que trascienden lo correcto, lo ético o lo moral. Nos adentraremos en aquellas experiencias que ponen en riesgo el bienestar físico o psicológico de una o ambas personas involucradas. Aquí no hablaremos de azotes ni de asfixia erótica (esas requieren consentimiento y pueden generar placer para ambas partes). Hoy hablaremos de esos actos que podrían sonrojar incluso al más pervertido o morboso. ¿Estás preparada?
🔥Carne divina, carne obediente: Incesto, Pederastia y Autoridad
Hoy en día tenemos códigos éticos y morales que nos dictan lo que está bien y lo que no. Lo que es aceptable, y lo que es rechazado o condenado. Y muchas veces pensamos que las cosas, tal y como las conocemos hoy, siempre fueron así... pero no. La historia de la humanidad está plagada de reglas y costumbres que hoy serían impensables. Actos que, en su momento, formaban parte de las normas sociales y hoy son considerados delitos. Y no los vamos a juzgar (eran otras épocas), pero ¿no te parece curioso que estas prácticas llegaran a ser vistas como normales en ciertas culturas? El cuerpo, en cada época, ha sido campo de batalla entre lo sagrado y lo prohibido. Lo que ayer fue rito, hoy sería crimen. Pero la línea nunca fue tan obvia como creemos.
🩸El Incesto: cuando el poder se volvió familia
La práctica más tabú de la historia de la humanidad, pero también una de las más utilizadas con propósitos económicos, políticos o sociales. Hoy no la aceptamos: es un crimen, y además somos conscientes de los riesgos genéticos que conlleva. Pero no siempre fue así.
En el Antiguo Egipto, los faraones permitían el matrimonio entre hermanos e incluso, en ocasiones, entre padre e hija. Lo hacían para preservar la “pureza” del linaje. Un ejemplo clásico es Tutankamón, hijo de dos hermanos. También Cleopatra VII, quien se casó con sus hermanos Ptolomeo XIII y Ptolomeo XIV para conservar el poder dentro de la dinastía. Para la realeza egipcia, ellos eran una extensión de los dioses; y los dioses, como Osiris e Isis, también eran hermanos y pareja. Cuando el poder se cree divino, casarse entre hermanos es una forma de adorarse a sí mismos.
En la mitología griega, el incesto formaba parte del imaginario divino: Zeus y Hera, hermanos y esposos; Cronos y Rea; Edipo y Yocasta, la tragedia del destino que se enamora de su propia sangre. Roma heredó esa visión simbólica: el incesto “divino” representaba el poder absoluto, cerrado sobre sí mismo. En la práctica, no estaba bien visto, pero familias imperiales como la de Calígula o Nerón fueron acusadas de relaciones incestuosas como muestra de dominio y excentricidad.
En la Europa medieval, los fines fueron más políticos, aunque la lujuria por lo prohibido siempre se escondía detrás de las estrategias. El deseo y la política durmieron en la misma cama. La Iglesia tenía el control absoluto de las leyes morales e imponía prohibiciones hasta el séptimo grado de consanguinidad (¡sí, incluso primos lejanos!). Pero ya sabemos que el poder encuentra siempre la manera de doblar sus propias reglas.
A partir del siglo XII, los Papas empezaron a conceder “dispensas papales”: permisos especiales que anulaban la prohibición si el matrimonio servía para reforzar alianzas o mantener la estabilidad del reino. Así, Felipe II de España pudo casarse con su sobrina Ana de Austria en 1570. Justificó su deseo bajo el pretexto de que, si el Papa lo autorizaba, no podía ir en contra de Dios (que conveniente... ¿verdad?).
Pero los más notorios en su obsesión por mantener la sangre “pura” fueron los Habsburgo, una familia que pagó un precio altísimo por su endogamia: deformaciones genéticas, infertilidad, enfermedades mentales. En su afán por conservar el poder dentro de la familia, terminaron encerrados en su propio cuerpo. El linaje real se volvió una jaula de carne (no pude evitar pensar en los Targaryen cuando estaba leyendo sobre ellos, sin duda ya sabemos de donde vino la inspiración para el autor de Game of Thrones).
Pero no solo en Europa o en Oriente Medio se practicó el incesto entre miembros de la realeza. Esta idea de que los líderes debían mantener su linaje puro llegó también a América. Entre los incas, por ejemplo, el gobernante debía casarse con su hermana (la Coya) para conservar la pureza sagrada de la sangre solar. Lo divino no debía mezclarse con lo terrenal.
En Asia ocurrió algo similar: en Tailandia, Camboya y Hawái, los matrimonios entre hermanos reales también se justificaban bajo la idea de que el cuerpo del monarca era sagrado, intocable para el pueblo común.
Y aunque hoy nos parezca un horror del pasado, el incesto sigue existiendo en muchos lugares del mundo, disfrazado de religión, tradición o autoridad familiar. Padres, tíos o abuelos que ejercen poder sobre niñas y adolescentes, imponiendo vínculos no consentidos bajo el velo de la “unión sagrada”. En comunidades cerradas o sectas religiosas, donde las leyes morales no llegan, la línea entre lo correcto y lo monstruoso se difumina por completo. Allí donde el poder se convierte en dogma, el cuerpo de la mujer sigue siendo el territorio donde se escribe el pecado de otros.
🧸 Pederastia: cuando la infancia fue el precio del poder
Aunque en el incesto muchas de las víctimas eran menores de edad, en el caso de los maestros, clérigos o grupos elitistas estas prácticas resultaban todavía más escalofriantes. Muchas de las violaciones a jóvenes (tanto chicos como chicas) se justificaban bajo el disfraz del “aprendizaje”, el “adiestramiento” o la “espiritualidad” (la Iglesia nunca falta, ¿eh?). Bajo la absurda idea de la iniciación social, incontables jóvenes fueron abusados por figuras de autoridad: maestros, curas, tutores. Durante siglos, el cuerpo joven fue visto como un lienzo donde el maestro podía dejar su marca.
🏛️ La educación del deseo: cuando enseñar era poseer
En la antigua Grecia, el saber y el deseo caminaban de la mano. Detrás de la filosofía, la retórica y la música (regalos que nos dejó esta sociedad) se escondía una práctica aceptada y hasta celebrada: la pederastia. Sí, amiga, era una práctica muy común en ciertos contextos elitistas. Estaba institucionalizada y formaba parte del proceso educativo de las clases altas. Era una especie de rito social, una “iniciación a la adultez”. La relación era siempre entre un hombre adulto (erastes) y un preadolescente (erómeno).
Este vínculo se presentaba como académico, entre maestro y alumno, pero escondía un dogma detrás. El maestro debía instruirle en los valores de la ciudadanía, la política y la guerra… pero también debía iniciarlo en el placer y el deseo. Y aunque existe la falsa creencia de que había “consentimiento” por parte de estos jóvenes, la verdad es que ni siquiera era necesario. Bajo la excusa de enseñar virtud, enseñaban sumisión.
El erastes era un hombre mayor (un ciudadano griego respetable que tenía entre 25 y 50 años), mientras que el erómeno era un adolescente, generalmente entre los 11 y los 17 años. Cuando este crecía, ya no era “apetecible” como erómeno, así que debía formarse y trasladar su conocimiento a su propio “alumno”.
La pederastia no nació del deseo, sino del privilegio: del derecho de algunos a moldear lo que aún no sabía decir que no. El placer era parte del aprendizaje. El maestro formaba al alumno no solo en el pensamiento, sino en la obediencia.
🏺 Roma: el placer que fingía moralidad
Y si en Grecia la pederastia se disfrazaba de educación, en Roma se ocultaba tras el poder y las togas. Los romanos tuvieron el descaro de prohibir la pederastia de forma pública, pero (como siempre sucede con las clases altas y el poder) la practicaban en privado con la misma naturalidad con la que hablaban de guerras o celebraban banquetes. Todo aquello que estaba prohibido para el pueblo y el pobre, estaba excesivamente permitido para el rico y el poderoso.
Los ciudadanos respetables no perdían estatus. Y aunque estaba prohibido hacerlo con un joven libre, no había ningún problema si se trataba de un esclavo o un sirviente. Bastaba con comprar el cuerpo para borrar el delito. Hipocresía en estado imperial. Y no solo eran usados como objetos sexuales privados, sino que también, en las fiestas y banquetes, eran quienes servían el vino y la comida.
¿No te has dado cuenta de que en las películas ambientadas en esa época romana siempre aparece algún adolescente sirviendo vino, lavando las manos o limpiando los pies de un comandante, un guerrero o un noble? Pues esos no solo eran “sirvientes” o “cachifos” romanos: también eran cuerpos disponibles. Y por si fuera poco, participaban en las orgías organizadas en las fiestas privadas de la aristocracia.Eso sí, era fundamental que quien tenía la figura de autoridad fuera el “activo” de la relación. (Si no sabes lo que es, te lo cuento: en una relación homosexual existen tres tipos de amantes: el activo, que es quien penetra; el pasivo, el que se deja penetrar; y el versátil, que cumple ambos roles.) En Roma, la moral se medía por la posición, no por el consentimiento.
⛪ Cuerpos en penitencia: el deseo bajo la sotana
En la Edad Media, la Iglesia fue la promotora de la moral cristiana, del bien y del mal, pero también transformó la carne en culpa. Convirtió la pederastia en una práctica oculta bajo un discurso de espiritualidad, amor a Dios y obediencia. Utilizó la fe como excusa para castigar, someter y controlar a los jóvenes y adolescentes que estudiaban la palabra divina.
Monjes, tutores y sacerdotes se convirtieron en los nuevos “maestros” del cuerpo y del alma. Niños huérfanos, novicias y aprendices eran instruidos en la obediencia, el silencio y la vergüenza. El placer fue reemplazado por el castigo, pero la dinámica de poder siguió siendo la misma. El abuso encontró una nueva forma de ser validado: el castigo a la desobediencia, al pensamiento crítico… o simplemente por contar lo que les habían hecho.
Los jóvenes estudiantes (muchos menores de edad) dependían completamente de sus maestros religiosos. No había padres, no había testigos, solo disciplina y fe. Ocultos bajo una capa de oración y devoción, estos curas y monjes ejercían un control absoluto sobre los jóvenes bajo su cargo. La doble moral medieval fue brutal: mientras se quemaba a mujeres acusadas de brujería por “provocar el deseo”, los hombres que abusaban de su autoridad eran protegidos por su sotana. (¿Dónde estaba ese Dios cuando esto pasaba?) La Iglesia no erradicó el pecado: lo administró. Lo volvió parte de su poder.
Y esta práctica no desapareció con la Edad Media. Desgraciadamente, la pederastia dentro de la Iglesia sigue siendo un tema actual y dolorosamente vigente. Miles de casos, millones de víctimas y décadas de silencio y vergüenza han sido la marca registrada de esta institución. Durante siglos, la Iglesia ha permitido, protegido y ocultado la pederastia entre sus muros, templos, conventos y confesionarios.
Los hombres de fe, vestidos con sotanas de moralidad y supuesta bondad, han sido la peor pesadilla de muchos niños y niñas. Pero lo peor no es solo el acto de abuso en sí (que ya es decir muchísimo), sino el silencio y la protección al cura que viene después de la denuncia (si es que esta se hace). Yo no sé tú, pero no hay horror más real que ser profanado en tu cuerpo y en tu fe.
🎥 La cultura moderna: lo prohibido se volvió tendencia
A pesar de que vivimos en un mundo lleno de cámaras, denuncias sociales, plataformas y apps que prometen protegernos, el mal jamás desaparece: solo cambia de máscara. Esta civilización moderna, con sus leyes y redes sociales, no erradicó las prácticas de este calibre; nada más lejos de la realidad. La pederastia ya no se justifica con enseñanzas divinas, mitos o dioses, sino con discursos intelectuales, artísticos o espirituales. Ya no son solo los antiguos maestros o los curas (que aún la practican), sino también directores de cine, fotógrafos, productores, gurús o incluso influencers con miles de seguidores.
Y aunque todos nos escandalizamos cuando todo sale a la luz, la sociedad sigue teniendo una doble moral: aplaude a los hombres que “descubren” a jóvenes promesas o “forman” a sus musas. Lo que antes se llamaba iniciación, hoy se llama oportunidad. No hay que ir muy lejos ni ser demasiado inteligente para ver las banderas rojas que saltan a la vista en Hollywood, la música, la moda y hasta el arte contemporáneo.
Todo está plagado de lo mismo: hombres adultos moldeando, controlando o “puliendo” a mujeres jóvenes (muchas veces adolescentes de 13 o 14 años) bajo el pretexto de la admiración o la inspiración. Y ya ni hablar de las fiestas de la élite hollywoodense y los magnates corporativos. En esas celebraciones abundan las drogas, el alcohol y la depravación. En muchos de esos encuentros se realizan orgías con menores de edad. Y ojo, podrán decir que son chicas que “aceptaron” ir o que ejercen la prostitución a corta edad, pero eso sigue siendo ilegal.
Actualmente conocemos casos como los de Jeffrey Epstein, Puff Daddy, Harvey Weinstein o Bryan Singer, pero para mí esa es solo la punta del iceberg. Como habrás podido leer en todo este post, donde hay poder y dinero, hay perversión, manipulación y abuso. Es que no falta.
Otros casos igual de escandalosos son los ocurridos en los estudios de Nickelodeon, como lo que vivieron Drake Bell o Amanda Bynes, por ejemplo. Productores, directores, coaches, fotógrafos... cualquiera podía traer oscuridad a los sets infantiles donde, se suponía, se cocinaban sonrisas.
Y aunque la lista es mucho más larga, lo que quiero que quede claro es que el abuso infantil sigue formando parte de las élites más seguidas y admiradas de nuestra sociedad. En la religión. En la política. En el poder. Y aunque siempre se ha prohibido aparentemente, también ha encontrado la manera de institucionalizarse, de ocultarse… pero, sobre todo, de seguir practicándose.
🕯️El deseo profano: sexo, muerte y ritos prohibidos
Aquí traspasamos el umbral de lo humano y entramos en lo místico, lo salvaje y lo incomprensible. El sexo perturbador no se queda en el abuso: también trasciende hacia lo espiritual, lo animal y hasta hacia la mismísima muerte. Porque sí, el sexo perturbador siempre es peligroso, oscuro y prohibido. Aún así, estas prácticas llegaron a ser aceptadas (e incluso normalizadas) en ciertos momentos de la historia y dentro de algunos contextos culturales. Pero, a pesar de todo, siguen resultando igual de inquietantes y escandalosas para nuestra mirada actual.
💀Necrofilia: el deseo por la carne muerta
De todas las prácticas perturbadoras que ha conocido la humanidad, pocas son tan inquietantes o enigmáticas como la necrofilia. ¿De verdad existe gente que se siente atraída por un cadáver? Sí, y más de la que te imaginas. Si bien ya hablé de esta parafilia en otro post (una lectura obligada si este tema oscuro se te queda corto), allí solo expliqué qué era: atracción sexual por los muertos. Sin embargo, no mencioné que esta práctica ya existía en el antiguo Egipto. Los embalsamadores eran conocidos por tener sexo con los cuerpos de mujeres jóvenes y hermosas (aunque seguramente lo hacían con todo tipo de cuerpos femeninos). Tanto así que muchas familias llegaban a retrasar la entrega de los cadáveres para evitar que fueran profanados. Y ojo, esto no era por amor: era deseo y poder. El placer de “poseer” a alguien que ya no podía resistirse.
Los griegos y los romanos también rechazaban estas prácticas, pero era una especie de secreto a voces que se susurraba en los campos de batalla o en las tumbas. Algunos soldados lo hacían como símbolo de victoria. En la Edad Media, ciertos médicos, anatomistas o sepultureros fueron acusados de violar cadáveres; y aunque casi nunca había pruebas, el rumor bastaba para revelar el miedo social hacia un deseo sin límites. La necrofilia representa el último eslabón de la dominación absoluta: poseer aquello que ya no tiene voz, que ha dejado de existir. Aquí el placer no busca respuesta, sino sumisión total. Y aunque el cine la utilice como metáfora del amor imposible o del deseo que se niega a morir, la verdad es que, al final, no solo se erotiza la muerte, sino que se romantiza la idea de poseerla.
🐐 Sexo sagrado: entre bestias y dioses
Antes de que el sexo fuera moral, fue ritual. En muchas culturas antiguas (como veremos), la unión entre humanos y animales no se consideraba una perversión ni un acto condenable, sino una forma de conectar con los dioses, de poseerlos o ser poseídos por ellos. El cuerpo no era pecado: era un puente entre lo terrenal y lo divino.
En el antiguo Egipto (¿te das cuenta de que Egipto siempre aparece como referente de lo perturbador y místico? Eran una cultura con la mente muy abierta… en algunos casos demasiado), estas prácticas se realizaban como ofrendas o comuniones con el dios encarnado en el animal. Antiguos historiadores grecorromanos como Heródoto, Plutarco o Diodoro Sículo mencionan actos sexuales reales con animales sagrados, especialmente con el toro Apis, el carnero de Amón o el cocodrilo de Sobek.
Aun así, no creas que era algo común o aceptado, sino más bien una práctica clandestina, llevada a cabo por sectores muy esotéricos de las religiones egipcias.
En Grecia y Roma (que parecen padre e hijo cada vez que se habla de sexo), también se daban casos de zoofilia, especialmente en fiestas que terminaban en orgías llenas de alcohol y excesos. Esto ocurría sobre todo entre los ricos y poderosos, en celebraciones dionisíacas o saturnales. No había un trasfondo religioso, simplemente formaba parte del exceso sexual que esas fiestas desataban. (Mal día para ser un toro en Grecia y encontrarte en una de esas fiestas…)
Pero en la Edad Media pasó lo más curioso: quienes eran acusados de zoofilia eran juzgados como poseídos o endemoniados. Es decir, la persona que violaba a un animal no tenía “culpa”, ya que se suponía que era “el diablo en su cuerpo” o estaba bajo un “hechizo de una bruja”. En algunos casos, incluso se creía que estos actos servían para obtener poder o fertilidad.
En la actualidad no existe ninguna tradición espiritual seria que incluya la zoofilia como vía de iluminación, aunque el imaginario popular haya fantaseado con sectas satánicas y rituales inconfesables. Lo que sí se ha documentado son casos aislados (y profundamente criminales) donde individuos o pequeños grupos mezclan abuso animal con discursos pseudo-esotéricos o extremistas. No buscan trascender lo humano, sino romper todos los límites morales posibles: dominar, escandalizar y ejercer poder sobre lo vulnerable.
Después de todo este viaje por lo prohibido, lo inmoral y lo perturbador, ¿sabes qué es lo que más destaco? Que el deseo y el miedo pueden ir de la mano, coquetear y dormir en la misma cama. Más allá de las prácticas, lo que más vi aquí fueron víctimas. Víctimas de un sistema patriarcal y masculino, donde imperaban las leyes de hombres adultos sobre la vida y los cuerpos de mujeres, niños y niñas ¿Hasta dónde llega el deseo cuando se cruza con el miedo? Pero, sobre todo, ¿hasta dónde es capaz de llegar un hombre con poder e influencia?
Porque sí, estas prácticas no son exclusivas de las élites o del poder (mucha gente común, en todas las clases, comete crímenes de este tipo todos los días), pero la diferencia es que muchas veces son practicadas por quienes deberían protegernos. Las leyes nunca tocan a quien puede comprarlas. El abuso y la manipulación se han justificado con espiritualidad, con moralidad conveniente, con política e incluso con la economía... Pero las víctimas jamás pidieron estar ahí. Jamás pidieron ser el objeto ni la fantasía de nadie.
Las prácticas más perturbadoras son aquellas donde abusan de tu cuerpo, de tu fe, de tu aprendizaje, de tu estabilidad, de tu seguridad. Son aquellas donde puedes lastimarte, traumatizarte o incluso morir. Por eso es importante saber de ellas y poder reconocerlas. El peligro no está en el monstruo, sino en no reconocerlo cuando se disfraza.
Yo me iré a ver una película de terror (como vengo haciendo toda la semana) con Don Besucón, como ya es ritual en estas fechas para nosotros. Vieras cómo tengo la casa toda decorada de Halloween, pero la mejor parte es que mi gata (Anubis) negra combina perfecto con la decoración. Espero que tengas una semana tenebrosa... pero sabrosa.
¡Nos leemos en el próximo post! 🎃💋
Fuentes para esta entrada:
El Incesto: Una práctica común en el Antiguo Egipto - National Geographic
¿Cómo empezó y acabó el incesto entre reyes? - XL Semanal
Abuso Sexual en la Industria del Cine de los Estados Unidos - Wikipedia
Historia de la Pederastia - Destino Panamá
Las prácticas sexuales más perturbadoras de la Historia - ABC Historia
Agresiones sexuales en la Edad Media - Adavas
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