¿Cuándo fue la última vez que usaste lencería sexy? La ropa interior puede parecernos silenciosa, discreta, incluso “privada”, pero dice tanto de nosotras… Aunque hoy sea muy fácil usarla, comprarla, lucirla e incluso presumirla, la verdad es que no siempre fue así. ¿Sabías que las mujeres no tuvimos lo que hoy conocemos como ropa interior hasta el siglo XIX? Sí, íbamos en plan comando, incluso en medio de todas las restricciones puritanas impuestas por las religiones y las sociedades patriarcales. Acompáñame a sumergirme en el mundo de los “trapos íntimos” para descubrir juntas de dónde vienen, cómo se inventaron y, sobre todo, qué representan hoy para nosotras. Y ahora dime… ¿qué llevas puesto? 😏
Aquí se borró del mapa la ropa interior femenina. Las mujeres, a pesar de llevar vestidos largos y pesados, no usaban ropa íntima. Lo que sí llevaban eran corsés (muy apretados, por cierto, pues el estándar femenino de la época eran las cinturas pequeñas —oops… todavía lo es—💀), corpiños rígidos, estructuras metálicas bajo las faldas y, ocasionalmente, calcetería de lana para los días fríos. En este contexto, las mujeres estaban regidas por un cúmulo de códigos morales impuestos por la religión y el patriarcado. Y ojo: que la higiene fuera precaria ya lo sabemos, pero lo que más me parece descabellado es que no fuera prioridad cubrir las zonas genitales femeninas.
Peor aún, era un acto que se consideraba impuro o innecesario. ¿Te lo puedes creer? Si justamente nosotras somos más delicadas, con genitales internos, no externos. Una paradoja total. Pero esa era la lógica masculina: las mujeres debían ir casi asfixiadas por sus corsés, pero nada de cubrirse “ahí abajo”. La prenda más íntima que usaban era una especie de camisón largo para dormir, y nada más (aunque bueno... a mí también me gusta dormir así, guiño guiño). Los hombres, por su parte, sí que tuvieron una prenda íntima (el predecesor de los calzoncillos). Ellos sí que se cubrían, ¿verdad? Qué conveniente.
👗 Siglo XIX
A partir de aquí las cosas cambian (al menos en apariencia). Por fin aparece la primera ropa interior femenina. Pero ojo, no es lo que piensas. Aquellas primeras prendas íntimas parecían más un disfraz de puritana excéntrica que algo funcional o cómodo. Sí, sé que ahora la ropa interior que usas puede ser cómoda, elegante, cuchi, sexy y hasta sostenible. Tienes de todo. Pero en aquella época, los calzones para mujeres eran una opción puramente pragmática, cero sensual. Eran bombachos largos, parecidos a pantalones cortos, atados a la cintura y (atención aquí) abiertos entre las piernas. Sí, abiertos. Esto se hacía para que las mujeres pudieran ir al baño sin tener que desvestirse por completo, porque claro, la modestia primero. Una joya del diseño misógino: no podías ponértelos ni quitártelos sola, pero eso sí, con el pudor bien sujeto. Y como si no fuera suficiente, no podías usarlos en la cama, ya que se consideraba vergonzoso que los maridos vieran a sus esposas con ropa interior puesta. Encima de incómodas, ni siquiera podías lucirlas como única prenda. Libertad cero .
Por su parte, el hombre empezó a usar una especie de calzoncillo largo: pantalones de punto ajustados que se llevaban debajo del pantalón normal, con botones en la bragueta y cordones en la cintura. Ropa interior pensada para abrigar, proteger y, sobre todo, para ser funcional. Nada que ver con lo que nos tocaba a nosotras. Ellos ya llevaban siglos cubriéndose con sentido práctico, mientras que en el caso de las mujeres, la ropa interior surgía más como una herramienta de control moral que de comodidad. Porque sí, la modestia femenina siempre fue más urgente que su bienestar.
✂️ Siglo XX (hasta los 70's)
Al llegar un nuevo siglo, los cambios fueron inevitables. Tras pasar siglos de bombachos abiertos y restricciones puritanas, las prendas seguían siendo recatadas, pero más prácticas: las enaguas (también conocidos como fondo, aquella prenda que usaba tu abuela debajo de la falda) se acortaron, surgieron combinaciones más ligeras, y el corsé dio paso a sujetadores rudimentarios. La ropa interior continuaba cargando el mismo estigma, pero al menos era un poco más cómoda (además de un poco menos fea). Sin embargo, hubo un par de eventos del siglo XX que cambiarían las cosas para siempre: las Guerras Mundiales.
Estos conflictos provocaron (sobre todo en la segunda) un cambio radical: las mujeres salieron de casa y comenzaron a trabajar. Para hacerlo, muchas empezaron a usar pantalones como prenda funcional y cómoda. Coco Chanel fue precursora en la moda del pantalón femenino (por cierto, este dato me impactó mucho cuando lo vi en una película biográfica protagonizada por mi actriz francesa favorita: Audrey Tautou. La diseñadora tuvo una vida fascinante y su concepto de la moda fue verdaderamente revolucionario), por lo que, inevitablemente, la ropa interior se fue adaptando… aunque muy poco a poco. Apareció el nailon, y con él, las braguitas se hicieron más suaves y ligeras. Las mujeres empezaron a vestir de forma más “plana”, sin marcar curvas, y eso se reflejó en sujetadores sin estructura, del tipo bandeau.
A pesar de todo el avance femenino, la década de los 50’s significó un retroceso importante en cuanto a comodidad y libertad corporal. Las fajas se impusieron con fuerza, junto con el culto al cuerpo en forma de reloj de arena. Como una versión moderna (y más disimulada) del corsé, las fajas se comenzaron a utilizar para moldear el cuerpo, apretar la cintura y levantar los glúteos. Pero no llegaron solas: también aparecieron los sostenes con aros (esos que son incómodos, rígidos y te aprietan justo donde no deberían), y las bragas altas, gruesas y ajustadas, que prometían contenerlo todo… como si el cuerpo femenino solo tuviera derecho a verse de una manera (absurdamente) estandarizada.
En los años 60, con la revolución sexual y la aparición de la minifalda (la cual fue todo un escándalo en su época), la ropa interior se redujo, literalmente. Surgieron los bikinis (no como los que conoces ahora, sino más bien como pequeños shorts combinados con un brasier ancho, pero que ya eran revolucionarios para su tiempo). El sujetador se convirtió en objeto de protesta feminista (¡fuera aros, fuera reglas!) y poco a poco se abrió el juego entre comodidad y provocación. La ropa interior empezó a diseñarse no solo para tapar, sino también para expresar, para seducir, o simplemente para dejar de molestar. No era aún libertad total, pero ya se sentía un cambio en el aire.
🪩 Los años 80's
La llegada de esta década marcaría un antes y un después en la moda de la ropa interior femenina. Fue el momento en que el cuerpo de la mujer empezó a mostrarse con más libertad y, en muchos casos, con descaro. La música disco y las licras de gimnasio vinieron acompañadas de uno de los aportes más importantes de Latinoamérica a la moda íntima: la tanga. Concretamente, desde Brasil. Ya era una prenda popular en las playas de Río de Janeiro durante la década de los 70, como respuesta directa al calor, al deseo de broncearse sin marcas… y al espíritu libre que se respiraba en las costas brasileñas. Pero fue a partir de los años 80 que se popularizó a nivel mundial.
Y aunque hizo su entrada en la vida femenina como bikini, rápidamente se convirtió también en ropa interior diaria, pasando a formar parte del outfit: leotardos, bodies, bragas que asomaban por encima de los jeans de tiro alto… todo un festival de posibilidades para hacer de la ropa interior un juego divertido y hasta sexy. Marcas como Calvin Klein y Victoria’s Secret comenzaron a vender la idea de que la ropa íntima podía ser provocadora, atrevida, liberadora… aunque claro, muchas veces, en el caso de la mujer, seguía estando pensada para el deseo masculino (de hecho, el creador de Victoria’s Secret fue un hombre). En ese contexto, el cuerpo se volvió protagonista: con la llegada del bóxer moderno para ellos, y la explosión de la lencería para nosotras, se desató toda una revolución corporal.
Aún así, algo cambió. La mujer empezó a apropiarse del acto de vestirse para sí misma, y el encaje dejó de ser solo una decoración privada. Lo íntimo empezaba a tener voz propia, color, texturas y revolución.
👙De los 00's hasta la actualidad
A partir de esta década, la ropa interior se volvió también un medio de expresión de individualidad. La ropa es cada vez más diversa: existen prendas para todo tipo de cuerpos y pieles. Ya no tienes que seguir un canon específico de belleza para encajar en el universo de la ropa interior. Desde la lencería inclusiva, sostenible, sin costuras, de algodón, de encaje, hasta las que usas cuando menstrúas, para seducir o para simplemente andar por casa cómoda y ligera (y más con el calor que hace últimamente por este lado del mundo… lo que provoca es andar en bolas todo el día, guiño, guiño). Ir sin sujetador se ha vuelto un acto político y, si eres aún más atrevida, andar sin bragas puede ser tu manifiesto de libertad personal.
Eso sí, no nos hemos librado de los estándares de belleza irreales que se siguen imponiendo a las mujeres (y actualmente también a los hombres). Las fajas moldeadoras aún no desaparecen (y debo confesar que yo misma tengo alguna). Todavía se nos exigen cuerpos “ideales” que no son naturales ni realistas. Pero también es cierto que hoy tenemos la libertad de elegir qué usar y de divertirnos con la lencería. O, ¿me vas a negar que cuando te colocas un conjunto de lencería no te sientes poderosa? Eso, amiga, es una libertad que antes no teníamos.
Somos libres de elegir qué usar, cuándo y dónde. Tenemos el poder de decidir qué ponernos cada día. Somos dueñas de nuestras decisiones, y eso no siempre fue así. Yo amo todo lo que tiene que ver con el mundo de la lencería, del burlesque (este tema quiero explorarlo a fondo en otro post) y de la desnudez. El cuerpo femenino es tan hermoso tal y como es, que la ropa interior solo lo hace ver aún más divino.
La ropa interior hoy en día es más libre, más variada y más nuestra. Tenemos opciones para todos los cuerpos, todos los géneros, todos los gustos y todas las fases del ciclo. Desde tangas invisibles hasta bragas de algodón acondicionadas para el posparto, sujetadores sin aros, sin copa, sin culpa. Podemos ir sin sostén, sin braga, sin tener que dar explicaciones.
Lo íntimo ya no se esconde: se celebra, se escoge y se lleva con orgullo. Eres tú quien decide, quien tiene el control y el poder de ponerte (o no) lo que quieras. La única mirada que importa es la tuya contigo misma. Así sea que vayas con la lencería más cara, la braguita más cómoda o en plan comando, que sea porque te da la gana. Porque el verdadero placer empieza cuando te vistes (o te desvistes) para ti.
¡Nos leemos en el próximo post!👙💥
Fuentes para esta entrada:
https://bracli.com/blogs/mundo-de-perlas/lenceria-femenina-historia-y-contexto
No jodaaaaa!!!buenísimo mi amor, como siempre me encanta tu estilo y tu manera de exponer tus opiniones. Siento que estos escritos se leerán en un futuro ❤
ResponderBorrarMuchas gracias mi amoooo!!❤️❤️ Y a mi me encanta tu apoyo! Es siempre tan incondicional🥰 Te amoooo
BorrarComo siempre, has hecho una exposición extraordinaria, de las distintas etapas de la
ResponderBorrarintimidad femenina y sus
derivadas.aCarmen Martí
Me encantas tus criticas Carmen! Muchas gracias por leerme y además tomarte el tiempo de comentar... eres un amor de persona! Un besete😘
BorrarQue interesante todo lo que me ha parecido todo lo expuesto sobre la historia de la ropa femenina y la libertad de elegir cada mujer que ponerse 👏👏
ResponderBorrarMe alegro mucho que te haya gustado! Es súper interesante el tema... yo misma me sentí atrapada cuando lo estaba escribiendo. Gracias por leerme❤️
BorrarMuy interesante 👍
ResponderBorrarMuchísimo! Gracias por leerme❤️
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