¿Cuántas veces no te has sentido incómoda por un comentario de un desconocido del cual no quieres recibir ningún piropo? Yo, más de las que me gustaría admitir. Y no porque sea “histérica” (ese es el típico argumento misógino para restarle importancia a tu incomodidad), sino porque no me siento bien recibiendo halagos de hombres que no conozco y que me miran como si fuera pollo frito, con esa sensación de que te quieren “comer”. Lo peor es que cuando lo cuentas, hay personas que te hacen sentir como si fueras exagerada. Una vez me dijeron: “¿Cuál es el problema? Te están diciendo que eres guapa”. Bueno, sí y no. Lo que realmente hacen es sexualizarte. Para mí no es un halago ni un piropo: es acoso. ¿Cuántas veces te has sentido insegura simplemente por caminar en la calle, como si tu cuerpo estuviera expuesto a la opinión pública sin que lo pidieras?
Para empezar, tenemos que tener claro qué significa el acoso callejero. Primero: NO es un cumplido, ni un piropo, ni un halago. Es cualquier comentario, gesto o acción de carácter sexual realizado en la calle, en el metro, en el bus, en un café, en una plaza… en cualquier lugar del espacio público, sin que hayas dado tu consentimiento. Este tipo de conductas hacen que las mujeres se sientan invadidas, incómodas, sexualizadas o incluso en riesgo. Y ojo: el acoso no solo afecta a las mujeres adultas. También lo sufren las adolescentes y, aunque cueste creerlo, hasta las niñas pequeñas. Lo peor es lo normalizado que está. Como te dije antes, hay personas que incluso te hacen sentir que deberías “agradecerlo”. Absurdo, sí, pero real.
Imagínate que estás caminando por la calle. Llevas un vestido negro precioso que resalta tus atributos. Ese día te sientes guapa, segura, poderosa. ¿Y cómo no? Te ves espectacular. Las miradas están ahí, algunas más descaradas que otras, pero no te molestan: solo te están mirando. Ahora imagina que al pasar junto a un señor mayor, con su cara de abuelito inofensivo, te suelta: “Te lamería completita”. Esto me pasó en la vida real. Y me quedé paralizada. No por miedo, sino por el asco, tan repentino que me dejó en shock. Ese es el punto: un piropo no es un cumplido cuando viene de un desconocido en la calle. Es una invasión. Y por mucho que algunos lo pinten de halago, lo que sentimos nosotras es incomodidad, alerta e incluso miedo.
Claro, me vas a decir que este es un ejemplo extremo. Que no todos dicen esas barbaridades y que no todos tienen esa “intención”. Y eso es porque muchos piropos vienen envueltos en palabras bonitas, en forma de halago discreto (como cuando alguien te dice: “a mí me encantan las chicas elegantes”, como si a ti te importara lo que a él le gusta. Y claro, no le conoces de nada), lo cual hace que parezcan inofensivos. Pero te digo algo: con que un hombre (mayor o no, guapo o no) me diga “guapa” en la calle y me mire de forma lujuriosa, eso también es acoso, aunque no suene explícitamente asqueroso. Porque al final no es lo que dice, ni el cómo, sino el atrevimiento. La idea de que tiene derecho a opinar sobre mi cuerpo. ¿Perdona? ¿Cuándo he aceptado yo que me digan A o B en la calle? ¿Acaso llevo un cartel que diga: opina sobre mi cuerpo gratis?
Ahora bien, yo he escuchado cosas como: “a las mujeres ya no se les puede piropear, porque te denuncian”. Como si les estuviéramos robando el derecho a opinar sobre nuestros cuerpos. Pues no, amigo: no te estoy robando nada. Y si quiero denunciarte porque me siento acosada, estoy en mi derecho. Los halagos deberían surgir en una conversación consensuada, donde exista feedback. Así nos sentimos más cómodas. Claro que puedo recibir un piropo (si se hace con buena intención y respeto), pero solo si ya nos hemos presentado, si hemos intercambiado algunas palabras. Si yo te he abierto la puerta a hablar conmigo (ojo, no quiero que se malinterprete: simplemente soy tímida, me gusta socializar, pero no soy de hablar con todo el mundo; necesito tiempo y confianza… aunque, una vez que me familiarizo, soy una bochinchera), claro que puedes decirme cosas chulas (y yo te las diré también). Pero si no te conozco de nada, mejor no.
Hay personas que defienden los piropos y lo reducen todo a la “educación”. Que si se dice con gracia o con respeto, entonces no pasa nada. Pero aquí está el error: no es solo una cuestión de forma, es una cuestión de contexto. No es lo mismo que un colega de la oficina, con el que compartes espacios a diario, te diga que hoy te ve especialmente guapa (porque te lo has currado más, o estas rozagante), a que un hombre random en la calle, al que no conoces de nada, opine sobre tu cuerpo (por muy bonito que lo diga). Ahí no hay educación que valga, porque lo que genera es invasión. El problema no es la palabra “guapa”, sino la intromisión. Y ojo, porque si ese hombre va regalando cumplidos a todas, pues bueno, regala muchos halagos. Pero qué curioso que la mayoría aparezcan justo cuando llevas curvas marcadas, o un escote a la vista. Mucha casualidad, ¿no?
Y ojo: el acoso callejero no se reduce a los piropos. También están los que silban o sisean (como si las mujeres fuéramos perritas callejeras), las miradas insistentes y las persecuciones. Y lo que más me indigna es que prácticamente forma parte de nuestra cultura. Los hombres realmente piensan que pueden decir lo que quieran, siempre y cuando “cuiden la forma”. Pero no: NO me pueden decir lo que quieran, y mucho menos si no me conocen. No sabes las veces que me sentí súper incómoda caminando por la calle con un hombre detrás, o evitando pasar por un grupo de chicos reunidos, o soportando la mirada penetrante e insistente de algunos hombres. Porque sí, una cosa es que te miren, y otra muy distinta es que no paren de mirarte fijamente. ¡Eso incomoda! Pero claro, si reclamas, contestas o pones límites, quedas como una histérica. Una loca feminista radical a la que “no se le puede decir nada”. Ya sabes, el típico argumento machista.
Pero yo no soy la única. De hecho, en un informe de la Unión Europea, realizado dentro del programa Safe Cities for Girls, se hicieron encuestas cuyos resultados no son nada alentadores. El 82% de las mujeres jóvenes (en este caso en Madrid, Barcelona y Sevilla, aunque perfectamente podría aplicarse a cualquier parte del mundo) sufren o han sufrido las limitaciones de compartir los espacios públicos con hombres que las hacen sentir incómodas e incluso temerosas. ¿Por qué esa necesidad de estar siempre opinando? Y aunque el acoso afecta a mujeres de todas las edades, este mismo estudio señala que las más expuestas son las chicas jóvenes: entre los 16 y los 24 años. Suelen ser el blanco favorito de aquellos que dan su “humilde” opinión, o que directamente quieren acosarlas, molestarlas y, en los peores casos, violentarlas.
Pero eso no es lo más alarmante. Este mismo estudio revela que la mayoría de estas chicas tienen muy normalizadas estas situaciones. Algunas, incluso, se resignan a vivir con ello. Por eso, aunque el 75% sufra acoso, solo un 10% llega a denunciarlo (y eso ahora, porque antes ni se denunciaba). Y claro, si tu entorno, lo que ves en redes o en la tele lo normaliza, y de paso el propio sistema no te toma en serio, cuesta muchísimo denunciar. Prácticamente siempre nos convencen de lo contrario.
Te pondré el ejemplo clásico del acoso callejero: los obreros. (Ojo, esto no es una crítica al oficio, es simplemente parte de la cultura). Es bien sabido que durante décadas competían entre ellos para ver quién lanzaba el piropo más guarro. Si pasabas por la calle donde estaban haciendo obras, la responsabilidad caía sobre ti: “¿Para qué pasaste por ahí, si ya sabes cómo son?”. Así se eximía a ellos de toda responsabilidad y se ponía el peso sobre nuestros hombros.
Y claro, la culpa siempre es tuya. Lo mismo pasa cuando sales de fiesta por la noche (con un vestido K.O.): te dicen “es tu culpa por estar tan tarde y vestida así… ¿qué esperabas?”. ¿Desde cuándo tengo que esperar que me acosen solo por querer divertirme y bailar? Me arreglo porque quiero sentirme guapa, porque me tomo fotos con mis amigas, no para que un hombre random, al que no conozco, me diga A o B. ¿Por qué tengo que aguantar sentirme incómoda o insegura solo porque el otro no respeta mi espacio personal? ¿Acaso tenemos que seguir viviendo con este miedo a salir solas o vernos guapas para que no nos digan o hagan algo?
¿Te acuerdas que te dije que este acoso forma parte de nuestra cultura? Sé que puede sonar raro, pero te pregunto: ¿recuerdas haber visto alguna vez una escena donde unos obreros le decían cosas a una chica guapa al pasar? Lo que en pantalla parecía gracioso, en la vida real nunca hizo reír. Y no se limitaba a sketches de programas de comedia: yo recuerdo haberlo visto incluso en caricaturas cuando era pequeña. Siempre nos han vendido la idea de que a las mujeres “nos gusta gustar”. Y sí, pero no. Todo depende del contexto. Nos gusta gustar, pero no nos gusta sentirnos incómodas ni sexualizadas. Nos han metido en la cabeza que los piropos son algo “romántico”, que no tienen nada de malo si se hacen con respeto y educación. Y si se pasan de la raya, el consejo siempre era el mismo: “ignóralos, no les des importancia”. Como si eso bastara para borrar la incomodidad o el miedo que dejan atrás.
En mi país, incluso, te hacían sentir mal si volteabas cuando te siseaban: “mírala, como toda una perrita”. Sé que es fuerte, pero es real, te lo juro. Hay hombres que usan la excusa de que si volteas es porque te gusta. Que si te vistes así es porque quieres que te miren. Como si usar una falda o un escote les diera permiso de decirme lo que quieran. Spoiler: jamás han tenido ese permiso.
Hay un capítulo de Sex Education que me marcó mucho cuando lo vi: el episodio 7 de la segunda temporada. La serie hace un trabajo magistral retratando el acoso en un autobús. Y ya no solo el acoso en sí, que es bastante fuerte de ver, sino también el trauma y las consecuencias psicológicas que deja en Aimee, el personaje interpretado por Aimee Lou Wood.
Pero no es la única serie que lo ha retratado de forma magistral (sobretodo porque en ambos casos las actrices reflejan muy bien el miedo que sentimos al vivir experiencias similares). En Valeria (temporada 2, episodio 5) hay una secuencia inicial que me puso la piel de gallina: las cuatro protagonistas, cada una en un trayecto distinto, sufren distintas formas de acoso callejero en una sola noche. Desde un hombre que las persigue por una calle oscura, pasando por comentarios intrusivos de un taxista, hasta el hostigamiento grupal e incluso el acoso desde un coche mientras esperas el bus. Todas nos podemos identificar con al menos una de esas experiencias (aunque, para ser sinceras, la mayoría nos identificamos con todas). Esa escena refleja con precisión lo que tantas veces hemos sentido: miedo, incomodidad y la necesidad de escribir un simple “he llegado bien” al llegar a casa como si fuera un acto de supervivencia.
Y así como en las series, también los comerciales de organizaciones contra la violencia de la mujer o el acoso muestran cómo lo sufrimos. Spots como los de L’Oréal Paris (Stand Up contra el acoso callejero) o el de Inmujeres Uruguay(Cambiá el Trato) lo dejan claro. Una vez vi un video de un chico francés que se vistió de mujer una noche y salió a caminar. Al ser delgado y con rasgos finos, parecía una chica. Y lo que más le sorprendió fue cómo lo hicieron sentir otros hombres: vulnerable, acosado y sexualizado. Ese experimento social nos deja un mensaje muy fuerte: los hombres no lo entienden porque no lo viven. Y cuando lo experimentan de primera mano, comprenden de golpe la gravedad del asunto.
¿Cómo podemos combatir el acoso callejero? Educando. Sé que es un poco utópico, pero ahí está la respuesta. Si vemos esos comportamientos en hombres de nuestro entorno, nuestro deber es enseñarles. No todos quieren escuchar, pero de tanto repetirlo quizá alguien lo entiende, ¿no? Si tan solo ellos pudieran comprender cómo nos hacen sentir, quizá no lo harían tanto. Pero nosotras debemos intentar ser libres, y tenemos el derecho de estar tranquilas. Con la ropa que sea, a la hora que sea, y en cualquier lugar. Eso sería lo ideal. Porque yo no quiero halagos en la calle, yo quiero respeto.
¡Nos leemos en el próximo post!👊🏻🔥
Fuentes para esta entrada:
https://www.youtube.com/watch?v=j0XSPGyWpGs
https://www.standup-international.com/es/es/
https://revistas.ucm.es/index.php/CGEN/article/view/98712
Así es mi amor. Todavía faltan muchos espacios por conquistar. Adelante, siempre adelante!!❤
ResponderBorrarGracias mi amoooor❤️ Seguimos luchando💪🏻
BorrarExcelente tema
ResponderBorrarMuchísimas gracias por leerme❤️
BorrarAsí es hay de todo y para todo creo q se acabó lo caballeroso
ResponderBorrarTotalmente. Deberíamos poder estar tranquilas donde sea... Gracias por leerme❤️
BorrarEs incomodo pero yo los ignoro
ResponderBorrarEs lo mejor. Dan asco incluso. Gracias por leerme guapa!❤️
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