jueves, 11 de septiembre de 2025

El verano... y los divorcios


¿Alguna vez has leído, escuchado o visto un vídeo sobre este tema? Yo, muchísimos. Y me llama la atención que siga siendo un asunto recurrente del que se habla cada verano. ¿Qué tiene esta estación que provoca tantos divorcios? ¿Será el calor, las vacaciones, la convivencia forzada con los hijos? Pues esta semana intentaremos contestar estas preguntas y descubrir qué pasa en esta época del año… ¿qué secretos o verdades destapan realmente las vacaciones en tu relación de pareja?

Buscando artículos sobre el tema, me topé con un factor que se repite en todos: los problemas o el distanciamiento en la pareja suelen camuflarse durante el año entre la rutina, las obligaciones y los horarios. Pero claro, cuando llegan las vacaciones y todo se relaja, esa coraza se rompe. De repente pasas más horas contigo misma, con tus hobbies, con los hijos o incluso de viaje. Ese espacio de calma también abre la puerta a las reflexiones: tu vida, tus decisiones, tu felicidad. Y es ahí cuando empiezan las preguntas incómodas. Porque con los años, las rutinas y las cargas familiares, cada verano puede sentirse menos como un descanso y más como una cuesta arriba.

Me parece interesante cómo muchos artículos remarcan que los problemas no se crean en verano, sino que afloran. El verano no es la causa, sino el escenario: es la convivencia forzada la que los hace visibles. Ser padres en esta sociedad es prácticamente un trabajo de tiempo completo, al que además hay que sumarle el empleo “real”. Esa carga refuerza roles de género tradicionales: ellos como proveedores, ellas como cuidadoras. (Digo suelen porque hoy existen muchos modelos de co-paternidad, y cada pareja elige el que mejor le conviene, pero los moldes heredados —especialmente de la iglesia y las normas sociales— siguen marcando fuerte). Y ahí está el verdadero problema: esa distribución desigual abre una brecha emocional que con el tiempo se ensancha hasta volverse un abismo.

Pero el problema tiene una raíz más profunda: muchas parejas buscan en la maternidad o la paternidad aquello que les falta en su relación. Piensan que tener un hijo hará que el vínculo sea más fuerte o estable, cuando en realidad suele ocurrir lo contrario: un hijo expone aún más las desigualdades, los choques de carácter y la desconexión emocional que ya estaban ahí. En el día a día, con reuniones de oficina, colegios, fiestas de cumpleaños y compromisos sociales, esos problemas parecen menos evidentes porque se esconden bajo la alfombra de la rutina. Pero cuando llega el verano, esa alfombra ya no tapa nada: salen a la luz la desconexión, la falta de comunicación, el resentimiento… e incluso las comparaciones con otras parejas.

A esto súmale otro factor que convierte el verano en un motivo de ansiedad más que de disfrute: las redes sociales. Ya en otro post hablé largo y tendido de esto, pero aquí lo retomo desde un ángulo distinto: los tópicos. Verás, las redes funcionan a base de modas virales y trending topics: si algo está de moda (ropa, comida, un lugar, un reto) se vuelve viral. Y claro, muchas veces les damos demasiada importancia a esos likes (yo incluida, porque sí, todas y todos hemos caído ahí). El problema es que esa dinámica genera una comparación constante con quienes logran más repercusión. Y si esas personas además son expertas en vender una vida fantástica (viajes, pareja ideal, ropa de marca, coches lujosos) la validación que reciben es mayor… y la comparación, inevitable.

Y claro, al igual que nosotras, las redes sociales también han ido creciendo y evolucionando. Antes eran el escenario principal de los adolescentes, por lo que las modas y tópicos se reducían a un sector de la población. Ahora, esos primeros adolescentes ya han crecido: tienen carreras, matrimonios e hijos. La comparación dejó de ser solo entre adolescentes y se extendió a todo: la crianza, el estilo de vida, las carreras, incluso cómo envejecer… ya nadie se salva. Muchas madres y padres de esta generación promueven discursos sobre maternidad o paternidad que hacen parecer que llevan una vida perfecta y bajo control, aunque la realidad dista mucho de eso. Y si a esa presión añadimos sueños frustrados, insatisfacción laboral o la sensación de fracaso personal, lo más probable es que la pareja acabe siendo el canal donde se descarga todo ese peso.

Y claro, llega un verano en el que esa convivencia forzada, la falta de conexión y las reflexiones que trae el aburrimiento explotan. Ya no puedes sostener una relación en la que no eres feliz. Ya no puedes fingir que todo está bien y bajo control. Porque nadie puede. Y menos con la presión de las redes, del trabajo, de la familia y del entorno social. Aunque no todo es tan malo: del mismo modo que las redes se han convertido en el escaparate de comparaciones tóxicas, también son un espejo brutal de lo que deseas para ti misma. Una vida más auténtica, más plena, más feliz. Y esa toma de conciencia empuja a muchas personas a no conformarse y a buscar nuevas experiencias fuera de su rol de pareja, madre o padre.

Esto puede hacer que las parejas caigan en discusiones constantes, faltas de respeto, infidelidades o incluso ansiedad por estar demasiado tiempo juntos. Y todo eso, al final, suele terminar en una demanda de divorcio por parte de uno de los cónyuges. No es casualidad: según datos del Consejo General del Poder Judicial, los divorcios tienden a concentrarse tras el verano. De hecho, el tercer trimestre del año (julio-septiembre) suele ser uno de los periodos con más disoluciones matrimoniales registradas. Los abogados de familia lo llaman “el efecto vacaciones”. Muchos artículos estiman (aunque sin estadísticas concretas del CGPJ) que los divorcios pueden aumentar hasta un 40% en comparación con otros meses del año. Y no es solo aquí: en Italia, Francia o EE.UU. pasa igual. Todo lo que parecía escondido bajo la rutina, en agosto estalla.

Y sí, pasa en la calle... y en Hollywood. Olivia Jade y Jacob Elordi lo dejaron en agosto, ella empezó a lidiar con ‘cambios incómodos’. Kristin Cabot pidió el divorcio tras un escándalo viral en la kiss cam del concierto (ese que hizo viral en el concierto de Coldplay, tú lo viste, yo lo vi, todas lo vimos). Jessica y Ben Mulroney se separaron en julio luego de 16 años. Dylan Dreyer anunció también su ruptura ese mismo mes. Y no es nuevo: en el verano de 2016 (por poner un ejemplo) se separaron parejas como Taylor Swift-Calvin Harris, Lady Gaga-Taylor Kinney y Demi Lovato-Wilmer Valderrama. Los famosos no se salvan: el verano expone lo que se disimuló todo el año.

Pero este fenómeno no se reduce a las vacaciones o al verano, todos fuimos testigos de como se potenció con la pandemia. El confinamiento fue como un “verano forzado” a nivel mundial: convivencia 24 horas, teletrabajo, niños en casa, cero escapatorias. Y claro, si unas simples vacaciones ya eran capaces de destapar crisis ocultas, imagina meses enteros bajo el mismo techo. Muchos matrimonios no sobrevivieron a esa lupa implacable que evidenció la falta de comunicación, el desgaste y la desigualdad en la pareja. Fue, en toda regla, un “efecto vacaciones” multiplicado por mil.

Pero lo más evidente aquí es que el verano o las vacaciones no causan los problemas ni las distancias, simplemente destapan lo que está ahí, pero que ignoramos el resto del año: que la relación ya no funciona o que está dejando de funcionar. ¿Por qué dejamos ahogar nuestros problemas en la rutina y el trabajo? Tendemos a evadir aquello que nos incomoda, hasta que un día nos explota en la cara. Para muchos, el verano es sinónimo de romances fugaces, de experiencias románticas y de dejarse llevar por el placer y el cuerpo. Pero para otros, el verano puede ser una cárcel: la estación del año donde te fuerzas a convivir con alguien que ya no te agrada o con quien ya no tienes nada en común. Donde el silencio es incómodo pero si hablas puede terminar en conflicto.

Quizá la pregunta no sea cuántos divorcios ocurren en verano, sino cuántas relaciones sobreviven al calor, al aburrimiento, a las comparaciones y a la rutina. Ese es el verdadero reto. La verdadera meta. Si una pareja desea que llegue el verano para pasar más tiempo juntos, para compartir más experiencias y para disfrutar más en familia, entonces el verano no será motivo de separación, sino de unión. Si por el contrario, el verano les causa ansiedad o conflictos, entonces el verano será, inevitablemente, el verdugo de su relación. Porque el verano no rompe relaciones, solo rompe excusas. Y ahí está la diferencia: cuando hay amor de verdad, agosto es aventura; cuando no lo hay, agosto es sentencia.

¡Nos leemos en el próximo post!🌞💙

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