Sí, ya sé. Puedo parecerte cínica, fría o cero romántica, pero no. Quería tocar este tema el domingo, pero voy muy justita de tiempo, así que esta semana vengo a hablarte de un tema que la gente no se suele cuestionar, pero ya sabes que en este blog estamos para eso: para cuestionarlo todo. Los gestos románticos son súper lindos, no los estoy demonizando. Simplemente quiero que analicemos juntas una tendencia que parece inocente, cursi o romántica, pero que en realidad puede esconder segundas intenciones: control, manipulación o la necesidad de reforzar una imagen, una narrativa. Y ojo, depende mucho de la etapa vital en la que te encuentres: a veces estos gestos se sienten como lo más tierno del mundo, y otras, como una trampa emocional disfrazada de amor. ¿Alguna vez te han regalado (o has regalado tú) un álbum de pareja?
Aunque los álbumes románticos existen desde hace décadas, fue en los 90 y los 2000 cuando se convirtieron en “el regalo por excelencia” de las parejas jóvenes. Y a día de hoy, aunque cambien de formato, siguen cumpliendo el mismo propósito: sostener una narrativa. No siempre la verdadera. Y es que, seamos sinceras, por muy romántico que parezca, lo que terminas regalando es tu cara. Tu cara acompañada, sí, pero tu cara al final.
En los 2000, con la llegada de Fotolog, Hi5, MySpace y Facebook, el álbum romántico se digitaliza. Pero los físicos seguían vivos, sobre todo como regalos: un álbum hecho a mano seguía siendo prueba de “esfuerzo emocional”. En esta época, muchas chicas adolescentes hacían álbumes para sus novios… aunque muchas veces el novio ni lo pedía, ni lo quería.
¿Y qué pasa cuando la relación termina? Al romper, hay muchísimas cosas que puedes tirar de tu ex sin sentir ni el más mínimo remordimiento: su cepillo de dientes, su colonia (con olor a manipulación), pero el álbum… ¿qué haces con él? Ese álbum se queda en el cajón, mirándote, y diciendo: “¿Y ahora qué hacemos tú y yo?”. Es imposible no sentir culpa por tirarlo, pero eso es lo que genera: culpa. No nostalgia, no cariño.
Porque no estamos hablando solo de un álbum. Es también un mapa emocional. La prueba material de lo mucho que creíste. De todo lo que proyectaste. Y también de todo lo que te tragaste. Porque ahí están las fotos con filtros felices, las entradas de aquel viaje donde discutiste pero sonríes igual, y frases tipo “para siempre” que hoy suenan a maldición gitana. Porque claro, el álbum no solo eran las fotos: era también la historia. Muchos álbumes estaban adornados con pegatinas de colores, marcos decorativos y también frases cargadas de una narrativa impuesta, de una idealización de la pareja y de manipulaciones afectivas.
Entonces, ¿qué hacemos con el álbum cuando la relación se acaba? ¿Lo guardo? ¿Lo tiro? ¿Lo devuelvo? ¿Lo quemo con salvia y lo entierro bajo la luna llena? ¿Qué harías tú?
En la introducción te comenté que, dependiendo de la etapa de vida en la que se regale, un álbum romántico puede esconder más intenciones de las que parece. En un adolescente, por ejemplo, es más común… y hasta inocente. Pero, ¿cuales son las verdaderas intenciones en otras etapas? Te pondré tres ejemplos: Mercedes, Vanessa y Mónica. Tres mujeres en tres momentos distintos de su vida. Mercedes tiene 18 años, es joven, soñadora y cree en el amor. Vanessa es adulta: sus intenciones son románticas, sí, pero también esconden una capa más profunda. Y Mónica, por su parte, está en sus 50. En su caso, el álbum ya no es un gesto de amor, sino una forma de devoción hacia sí misma. Vamos a ver cada caso para que lo entiendas mejor.
🌸 Mercedes: el álbum como ilusión
Mercedes tenía 18 años cuando conoció a Sergio. Se encontraron en la universidad y fue un flechazo casi instantáneo. Tenían amigos en común, ya que estudiaban diferentes carreras. Ella estaba en esa fase romántica donde todo es promesa, donde se cree en el amor como en las películas. Pasaban mucho tiempo juntos, pero Sergio, además de estudiar, jugaba al fútbol, lo que le consumía gran parte del tiempo y hacía que no pudiera estar con ella tanto como ella necesitaba. Mercedes tenía más tiempo libre y, al cumplir un año de relación, le regaló un álbum romántico. Lo hizo desde un lugar genuino: quería celebrar el amor, porque creía en él.
No había malicia, pero sí una idealización extrema. El álbum no era para que Sergio lo leyera en el futuro; era para que ella sintiera que eso era real ahora. Estaba hecho de fotos juntos, recortes, pegatinas, notas echas a mano y mucha dulzura.Y claro, al pasar más tiempo sola, tuvo más espacio para idealizar la relación. Por eso se volcó con tanta fuerza en ese álbum: quería plasmar su amor, su dulzura y su ideal en papel. Quería ponerle tinta a lo que sentía. El amor, en esas etapas, es intenso, se siente como fuego que quema por dentro. Y cuando se rompe, lo que más duele no es el final. Es la diferencia entre lo que creíste… y lo que fue.
🧠💌 Vanessa: el álbum como narrativa forzada
Ahora pasemos a Vanessa. Ella tiene una relación más adulta: está en sus 30 y lleva ya ocho años con su novio, Camilo. Se conocieron también en la universidad, porque compartían la misma carrera: Arquitectura. La relación de Vanessa y Camilo es plana, rutinaria y sin pasión. Y es que, claro, cuando comenzaron, lo que los unió fue el vínculo profesional.
Al cumplir los primeros dos años de relación, Vanessa le regaló a Camilo su primer álbum romántico. Pero aquí el gesto ya no es el de una adolescente enamorada. Cambia el formato, y cambia la intención: el álbum es impreso, encuadernado; las fotos no están pegadas, están directamente impresas en la página. Los mensajes no están escritos a mano, sino hechos a ordenador. Es un regalo más sofisticado, más caro… y más manipulador.
En ese álbum, Vanessa no solo hace un regalo: hace una herramienta. Una que idealiza su historia y también impone una narrativa sobre Camilo. ¿Por qué? Porque su relación no tiene chispa, así que necesita endulzar sus recuerdos, imprimir muchas fotos juntos, contar una historia de amor (con tinta de Disney) para que dé la sensación de estar viviendo algo verdadero. No hay ternura en él, hay construcción. Y por eso es el más tóxico: porque parece amor, pero está lleno de deuda emocional disfrazada de dulzura.
Necesitaba sentirse importante y valiosa para él. Y por eso, cuando ya llevaban siete años juntos, Vanessa le regaló un segundo álbum. Ya vivían juntos, es decir, le veía la cara todos los días. Aún así, le regaló un álbum con fotos de su cara. Sí, también estaba él, pero seguía siendo un regalo centrado en su imagen. ¿Qué tan narcisista tienes que ser para regalarle a alguien un compendio de fotos tuyas con él cuando ya viven juntos? ¿Qué no existen otros regalos más útiles? El álbum también era impreso, con fotos cuidadosamente seleccionadas. No solo aparecían como pareja: también como compañeros profesionales y en grupos sociales. Eso instala una narrativa en la mente. Porque aquí, el álbum no es para Camilo. Es para el relato. Un relato que proyecta una imagen de pareja perfecta, una historia romántica construida de cara al público, y que refuerza su rol como “la elección personal y profesional”.
🪞🔥 Mónica: el álbum como altar personal
Nuestro tercer ejemplo es Mónica. Como te comenté antes, está en sus 50. Conoce a un chico que está en sus 30 (sí, mucho más joven). Mónica venía de un divorcio difícil, con una hija de por medio y un ex que la dejó por una mujer más joven. Todo eso es un cóctel para la inseguridad. Cuando conoció a Pablo estaba sola, pero rota. Y al ser una mujer insegura, necesitaba sentirse deseada. Esto es clave en su historia: al haber sido reemplazada por una opción más joven, su autoestima estaba por los suelos. Su relación con Pablo nació del dolor: ambos venían de relaciones rotas que no funcionaron y los dejaron llenos de necesidades emocionales y duelos no resueltos. Su vínculo se construyó sobre la apariencia: Mónica, a pesar de ser una mujer mayor, era guapa y sofisticada. Eso le daba un aire interesante, aunque por dentro no se sintiera ni sexy ni empoderada. Le entró a Pablo por la vista, no por quien era por dentro.
A medida que la relación avanzaba, Mónica le regaló a Pablo álbumes de su relación. Y no solo uno: fueron al menos tres. Y no conforme con eso, también le regalaba portarretratos de ellos dos (con ella siempre muy favorecida en las fotos) para que él decorara su piso vacío. Volvemos a lo mismo: ¿qué tan narcisista tienes que ser para regalar álbumes y fotos tuyas como si fueran un altar a la idolatría? Ella no regaló esos álbumes desde el amor romántico, sino desde el ego herido. Desde la necesidad de sentirse adorada por un hombre joven que confirmara que todavía es deseable, todavía puede ser musa, todavía es “alguien”. Las fotos que le daba eran casi un monumento a sí misma, una forma de verse joven a través de sus ojos. El álbum no era una historia de amor. Era un espejo con marco dorado: una forma de sostenerse en pie… aunque por dentro ya se estuviera desmoronando.
Y ahora volvemos al enigma inicial: ¿qué hacer con el álbum cuando se acaba la relación? Un álbum de tu ex no cabe en tu nueva vida. No vale. No entra. Cargar con recuerdos pasados que no aportan nada a tu presente es un lastre. Una carga que te deja atrapada entre la culpa y la incomodidad. ¿Para qué conservar un recuerdo que no quieres conservar? Hay regalos que no evolucionan contigo. Que pesan. Ocupan un lugar que ya no les corresponde. Y no pasa nada. No tienes por qué sentirte culpable por tirar un recuerdo de tu ex. Sea lo que sea: fotos, álbumes, cartas, peluches. Si de verdad no encaja con tu vida actual, que no te pesen.
Yo nunca he regalado un álbum. En mi país no es tan común. Tenemos una lógica diferente: regalamos cosas que le hagan falta a la persona. Para mí, esos regalos son los más valiosos. Porque son los que necesitas en ese momento.
Don Besucón y yo tenemos un álbum juntos: el de nuestra preboda. Fue un regalo del fotógrafo. Así que es un álbum muy especial. Y por eso no está en un cajón: está en nuestra repisa, recordándonos todos los días lo afortunados que somos por vivir esta vida. Así que ya sabes, si quieres regalarme algo… no me des fotos tuyas. Hazme recuerdos que no necesiten papel para quedarse. Regálame momentos que no dependan de tinta ni encuadernación. Porque si algún día me voy, que lo que me quede de ti no ocupe espacio. Solo alma.
¡Nos leemos en el próximo post!✨📸
Cariñooo!!buenísimo, como siempre!!El final es tan cierto y tan poético...las últimas frases me enamoraron😍
ResponderBorrarMi amooor!! Gracias por siempre apoyarme! 🥰🥰 (muchas de las poesías que me fluyen tú me las inspiras). Te amoooo
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