¿Qué tan claros están los límites en tu relación? Hoy me gustaría reflexionar contigo sobre un tema que se vive mucho, pero se cuenta poco. Muchas veces podemos sentir que estamos siendo celosas, paranoicas o dramáticas, pero yo prefiero cambiar esas palabras por intuitivas e intensas, porque sí, las mujeres somos intensas, pero eso no es malo, ¿sabes por qué? porque amamos con intensidad... y porque amamos con intensidad es que podemos reconocer a esa "Señora Robinson" buscando lo que no se le ha perdido en nuestra casa... ¿Tienes alguna merodeando en tu ventana?
Si has visto la película El Graduado, sabes perfectamente quién es la Señora Robinson. Pero en este post hablaremos de otro tipo de mujer: una con dobles intenciones (ocultas). Con un discurso correcto y fino, pero que actúa por la espalda. Se presenta como una mujer “segura”, “madura”, “tranquila”, “centrada”… pero lo cierto es que ese tipo de discurso muchas veces oculta una autoestima frágil, una que necesita nutrirse de validación externa. Esa que quiere conquistar a tu chico, la que busca dejarte mal delante de tu jefe, la que no respeta los límites que ella exigiría si fuera la afectada... seguramente conoces a alguna, ¿verdad?
Y no es que quiera hacerle sombra a otras mujeres (no va por ahí). Lo que pasa es que en nuestro género también hay personas con un aura gris, de esas que no sabes si van de frente o por la espalda. Si son honestas o si solo buscan atención (y contención). Ya sabes, esas que siempre están esperando aprobación masculina… sin importar si esa atención viene de alguien disponible o no.
Te contaré una historia para que lo entandas mejor: Mark, un director de instituto que está casado desde hace 2 años con Laila. Son un matrimonio estable, de esos que dan envidia cuando los ves juntos. Son abiertos en todo, hay confianza, amor, respeto, empatía, contención y paciencia. Se aman con locura.
Mark, al ser director de un instituto, suele hablar con muchas personas. Tiene una personalidad alegre y jovial. La gente lo reconoce por su sonrisa, su carisma y su positividad. Pues siempre esta de buen humor y alegre con la vida. Conoce a mucha gente, y es amable con todos. Siempre ve lo mejor de los demás (cosa que Laila adora).
Pero un día Mark es abordado por la madre de una alumna, la señora Robinson. Ella lo conoce desde hace tiempo, pues sus dos hijos van a ese instituto. Se saludan de vez en cuando y mantiene charlas casuales con él. Lo sigue en las redes sociales, por lo que sabe de la existencia de su esposa en su vida. Lo conoce como a un hombre casado.
Sin embargo, ella tenía una relación platónica con él. Sabía que no estaba disponible, pero aún así le buscaba conversación, le preguntaba por su vida. No de forma constante, pero sí como alguien que quiere mantenerse en el radar. Todo esto con un tono amable, amigable y aparentemente inofensivo. Mark pensó, por siempre ver lo bueno en los demás, que ese acercamiento de la Señora Robinson no tenía segundas intenciones. Que no había nada turbio detrás y que no tenía motivos para sospechar nada malo sobre ella.
Mark tenía la fama de buena persona, de esas que te dan unas palabras de aliento cuando más lo necesitas. Así que un día, a la señora Robinson se le ocurrió que quería acercarse a él, pues estaba pasando por un mal momento, y a pesar de tener una vida propia y gente cercana, decidió recurrir a Mark para contarle sus problemas... ¿por qué? Quizás porque veía en él a alguien que podía darle contención y validación emocional (masculina).
Ya me dirás tú, ¿no tiene una amiga o alguien cercano para contarle sus cosas? Lo que pasa es que la Señora Robinson quería algo más: una energía masculina que la hiciera sentirse mejor consigo misma. Porque inconscientemente, busca que un hombre le haga sentir importante, escuchada… e incluso deseada. No necesita que él diga: “me gustas”. Con que él la escuche ya le basta para fantasear que hay una conexión especial.
Como llevaba tiempo hablándole desde una máscara de buenas intenciones, un día decidió abrirse con él y contarle que estaba mal. Que atravesaba una situación difícil. Esto derritió el corazón de Mark, que sin dudarlo se ofreció como apoyo emocional, pues le supo mal que su conocida estuviera pasando por esa situación.
Al haberse ofrecido, ella tomó el guante y lo invitó a comer. Quería esa conversación. Pero había un problema: la señora Robinson y Laila no se conocían. Mark, con su habitual bondad, aceptó la invitación. Sintió que podía ayudarla, se sintió necesario... pero cometió un error: no se lo contó a su esposa. ¿Por qué? Porque, en el fondo, sabía que ella le haría cambiar de opinión.
Cuando estamos en pareja (o incluso en relaciones profesionales, de amistad o familiares), es necesario establecer límites. Los límites generan códigos de comportamiento, acuerdos implícitos o explícitos que marcan qué está bien y qué no dentro de esa relación. Cuanto más claros están, menos lugar hay para malos entendidos... o traiciones.
Ahora bien, aunque Mark fue quien falló, porque está casado con Laila, la señora Robinson no es ninguna santa. Sabiendo perfectamente que él tenía una relación estable, eligió salir a comer a solas con él. ¿Me vas a decir tú que quedar con un hombre casado a solas es inocente... si ni siquiera conoces a su esposa? Y encima, no estamos hablando de una veinteañera ingenua. Ella es una mujer adulta que sabe perfectamente lo que hace.
La señora Robinson no va a decir “quiero quitártelo”. Va a decir “ay, qué afortunada eres, debe ser maravilloso tener alguien que te escuche tanto”, mientras clava las uñas por debajo del mantel. Pero no la ves venir, ¿por qué? Porque todo el mundo cree que la manipulación es gritar, mentir o seducir con descaro. Pero la verdadera manipulación es suave, amable y con olor a perfume caro.
Ella no es directa. No va de frente. Porque si lo hiciera, no podría sostener su imagen de “mujer buena”. En cambio, usa un estilo pasivo-agresivo: “ay, solo era una comida”, “yo no tengo la culpa si me llama”, “no quiero nada con él, solo hablar”. Ese tipo de discurso le permite invadir sin asumir responsabilidad emocional. Es la típica que lanza la piedra, esconde la mano y, si se la confronta, dice: “¿yo? pero si yo no hice nada”. Ella es consciente de que salir a comer a solas con un hombre casado sin conocer a la esposa no es una interacción inocente. Es una jugada silenciosa, pasivo-agresiva, incluso manipuladora en lo emocional.
Y este perfil de mujeres es muy peligroso: se acercan fingiendo amistad o una conexión inofensiva, cuando en realidad buscan una conexión emocional profunda. Y no es que los hombres casados o con pareja no puedan tener amigas. Claro que sí, es válido y hasta saludable. Pero las amistades no entran por la puerta de atrás. La libertad de Mark termina donde empieza la dignidad de Laila. No podemos pensar que las mujeres (solo por ser mujeres) no son capaces de actuar con malicia de operar con seducción pasiva, drama emocional o manipulación afectiva. Te aseguro que la Señora Robinson no sale a comer a solas con los esposos de sus amigas, pero con el de Laila sí. Eso es desleal, aunque no haya intenciones explícitas detrás.
Si quieres entrar en la vida de un hombre casado, haz las cosas bien y conoce a su esposa primero. No por celos. Sino por límites. Por respeto. Si realmente buscas una amistad sana y apropiada, primero debes entrar por la puerta a la vida del matrimonio, no a la ventana del hombre solamente.
Y te estarás preguntando ¿qué pasa después? Pues que el karma funciona de forma instantánea: Mark estuvo toda la comida hablando de su esposa. Ella no estuvo de forma física, pero no faltó a esa reunión. Porque las intenciones de Mark no eran tener una amistad gris con ella, él solo quería ayudarla. Como cuando se ayuda a una abuela a cruzar la calle, solo hay ganas de hacer una buena acción, por humanidad, por bondad.
Mark cometió un error, pero principalmente se dejó manipular por la señora Robinson. Si ella hubiera tenido una energía limpia (sin dobles intenciones), le habría propuesto quedar a él junto con su esposa desde el primer momento o hablarle directamente en un mensaje por redes. Pero ella prefirió ponerlo a él en el aprieto de decirle que sí (apelando a su bondad) pues estaba muy triste y se "sentía sola".
Y ojo, que Mark en este caso es un personaje bueno, y ama a su esposa. Pero, ¿y si existiera una grieta emocional? ¿Y si Mark se acostumbra a hacer las cosas a escondidas para que no le hagan quedar como el malo o inaccesible? ¿Qué podría venir después? Las infidelidades no empiezan en la cama. Empiezan en un saludo cordial e inofensivo. En una charla de "solo amigos". En un "necesito tu ayuda con esto", en un "me gustaría quedar para comer y hablar de tu esposa (cuando ni la conoce)" y además afirman su "inocencia" con frases como: “gracias por todo, lo necesitaba, espero no haber molestado…”. Pero hay algo que muchos y muchas deberían entender: no todo lo vulnerable es inocente, y no todo lo amistoso es sano.
Pero esta señora Robinson no solo se disfraza de amistad casual… también puede ser alguien muy cercano. ¿Alguna vez te has sentido traicionada por una amiga? Te confieso que yo sí, hace muchos años. Y lo que más me dolió no fue la traición en sí, sino el no haber sido capaz de verlo antes.
Y ojo, yo tengo amigas que amo con locura, sabes que soy la primera en defender a las mujeres. Pero gente con malas intenciones existe en todos los géneros. No por ser mujer va a tener automáticamente un aura de pureza.
El otro día vi un vídeo que se hizo viral: una chica publica una foto que se tomó en un concierto y le pide a internet que le ayude a encontrar a un chico que salía detrás (y del cual quedó tremendamente flechada). Él la encontró y quedaron para verse en otro festival. Después de un rato de hablar y conectar, ella se queda sola por un momento. Su amiga le escribe que está con el nuevo galán en la barra comprando unos tragos. Y cuando ella los va a buscar… LOS ENCUENTRA BESÁNDOSE. Y no unos besitos cualquiera… unos BESOTES. El chico le estaba besando el cuello y todo.
¿Y qué quiero decir con todo esto? Que hay mujeres que fingen amistad o buenas intenciones cuando, en realidad, quieren bajarte la pareja, el puesto, el estatus… quieren lo que tú tienes, pero sin sembrar. Quieren tu estabilidad, tu hombre, tu seguridad emocional… pero sin haber construido nada de eso. Como esas que se acercan cuando el trabajo ya está hecho, cuando tú ya pasaste las discusiones, los aprendizajes, las conversaciones difíciles. Quieren comerse el pastel que tú horneaste.
Y encima, quieren que no te parezca mal. Traducción criolla: una perra disfrazada de peluche. Una vez, en un programa de TV (ya no recuerdo cuál, pero tampoco hace falta), escuché esta frase y se me quedó clavada en el cerebro: “El camino al infierno está pavimentado con buenas intenciones.” Y no puedo estar más de acuerdo.
Y ojo: no es que todas las sonrisas amables de mujeres tengan dobles intenciones. Pero ya no va de desconfianza. Va de instinto. Los hombres muchas veces no entienden el lenguaje o los códigos femeninos. Y no por malicia, sino porque a las mujeres, desde niñas, nos educan en un entorno donde otras mujeres son “las otras”.
Donde las niñas compiten por aprobación, atención, belleza, notas, afecto, pertenencia. Donde las amigas a veces son rivales disfrazadas de dulzura. Donde el halago puede ser pasivo-agresivo, y el lenguaje femenino está lleno de códigos no dichos: miradas, silencios, tonos, comentarios indirectos. Aprendemos a descifrar esos códigos desde pequeñas, porque son cuestión de supervivencia social.
Sabemos reconocer una mirada neutra de una con mala vibra. Tenemos maestría en diferenciar una mirada simpática de otra hostil. Vemos de lejos las dobles intenciones (como decimos en mi país: de mosquita muerta). Y sí, tenemos un radar natural. Un sexto sentido que simplemente nos alerta, nos advierte, nos muestra la verdad. Estoy segura de que sabes de lo que hablo, porque eso es un don, una bendición (o una maldición, depende de como lo vivas) que tenemos las mujeres. Como dicen en mi tierra: ojo de loca no se equivoca.
Y para cerrar me quiero ir diciéndote algo importante: este post no va en contra de las mujeres. Va en contra de las malas intenciones. Y si algo he aprendido con el tiempo es que no hay nada más poderoso que una mujer segura de sí misma que no necesita hacerle sombra a otra para brillar. Porque cuando una mujer está bien consigo misma, no busca atención ajena, no necesita la validación del novio o marido de nadie, ni compite por migajas emocionales.
Existen muchísimas mujeres buenas. De esas que te cuidan, te protegen, te defienden. Que lloran, ríen y celebran contigo. Y, sobre todo, que te hacen saber si alguien se acerca demasiado a tu pareja. Así que si alguna vez fuiste una Señora Robinson, o te pareces a ella más de lo que te gustaría… estás a tiempo de dejar de operar en las sombras. Y si alguna vez te topaste con una… que este post te sirva para volver a confiar en tu instinto, poner límites, y seguir defendiendo el amor que construiste.
Que no te digan: "estas loca", o "esa es tu opinión". porque con la intuición femenina no se juega. En una mujer despierta puede ser más afilada que un cuchillo. Y cuando tú hueles que hay algo raro normalmente lo hay... ¿verdad? Ahora te toca a ti: ¿alguna vez te cruzaste con una Señora Robinson?
¡Nos leemos en el próximo post!🐍😙
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