domingo, 4 de mayo de 2025

Blogfesiones: Cita velada

    ¿Qué pasa si un día se va la luz y ya no vuelve? Y no porque no queramos, sino porque no podemos. Este lunes todos nos congelamos al darnos cuenta de que se había ido la luz. España se apagó por unas horas, y en ese tiempo se coló la incertidumbre, incluso el miedo. El primer mundo no está preparado para los apagones. Y no lo digo como crítica, ojo. Es, en cierto modo, una suerte. Una virtud, prácticamente. Aquí se vive con comodidades como si fueran lo normal. Pero no solo se fue la luz. También se apagó la sensación de control, la ilusión de que todo está bien, de que podemos con todo. Sin embargo, yo (que vengo de otra realidad) me quiero reír. No de la situación, sino de lo afortunada que me siento, a pesar de todo, por estar viva y viviéndome esta vida.

Un día te levantas temprano por la mañana, te bañas (lavándote el cabello), te arreglas, te maquillas, te colocas un vestido blanco hermoso (pero ojo, ¡no es lo que estás pensando!) y te vas con el amor de tu vida a la naturaleza a hacerte unas fotos de preboda. Es magia pura. Era un lunes ideal, con un clima perfecto, la desconexión del mundo exterior que tanto buscábamos, y un momento vivido con amor e ilusión. Al volver al mediodía, nos dimos cuenta de que no había luz. Pero lo más raro era que tampoco había cobertura. Eso sí que me asustó un poco. Con las horas, y la poca señal que entraba a ratos, nos fuimos enterando de que se trataba de un apagón nacional.

Don Besucón comenzó a decir que el fin del mundo había llegado (¿cuánto drama, verdad?). Pero yo, que vengo de otro país menos desarrollado, ya había vivido apagones. Y eso me hizo preguntarme: ¿qué tan preparados estamos realmente para el fin del mundo? Y no hablo del apocalipsis bíblico con trompetas ni de zombis hambrientos, sino de ese fin más íntimo, más sutil: el colapso de todo lo que creíamos seguro. Estamos tan conectados al móvil y a la red, que basta con quedarnos sin luz para que empiecen a tambalearse nuestras rutinas y estilos de vida.

Nos sentimos seguros controlando nuestros bancos (y, por tanto, nuestro dinero), nuestras agendas, nuestras fotos e intimidades, nuestras rutas, nuestras conversaciones, nuestras búsquedas con nuestro celular, lo que nos hace dependientes de éste. Vivimos con la sensación de tener el mundo en la palma de la mano. Pero, ¿qué pasa cuando esa palma se queda a oscuras?

Y ojo, que yo soy la primera defensora de la tecnología, pero tengo que admitir (pues no me gusta engañarme a mí misma) que esta dependencia nos hace menos capaces de afrontar la vida con más fuerza y seguridad. ¿Cómo nos preparamos para el fin del mundo si siempre estamos ocupados con las pantallas? Aunque claro, nunca falta quien se anticipe: hay quienes compran velas y garrafas de agua, quienes llenan el congelador “por si acaso”, quienes meditan, quienes huyen a la montaña, quienes se refugian en el scroll eterno, quienes se anestesian en pareja. 

Yo, como buena hija del caos, enciendo un porrito y me dejo sentir. Lo que venga, que me pille sabrosita, aunque arda. Con Don Besucón, mi gata, la nevera llena y música de fondo (aunque sea Don Besucón cantándome letras que no entiendo pero que se oyen muy bien), yo finjo que el mundo no se está acabando. 

Cada quien se agarra de lo que puede y tiene. Porque aunque el colapso suene lejano, todos llevamos uno adentro. No es casualidad que nos dé miedo la oscuridad (porque sí, aunque me encante el terror, un mundo de solo oscuridad me da muchísimo miedo). En ella, no hay pantallas que distraigan ni filtros que embellezcan. Solo estamos nosotras. Con todo lo que evitamos ver, pero que no podemos simplemente "eliminar". 

Pero también en la oscuridad pasa algo mágico: escuchas. A los demás. A ti. Al miedo. Al deseo. A la niña que fuiste. A la mujer que eres. Y te das cuenta de que, incluso sin luz, sigues aquí. Respirando. Sintiendo. Y eso, nena, ya es resistencia. 

Por la noche encendimos unas velas, hablamos hasta tarde y estuvimos muy agradecidos por la compañía del otro. El amor en tiempos de guerra es una frase poderosa que ahora cobra mucho sentido para mí. Aférrate al amor. Es todo lo que necesitas para sanar, para vivir y para ser feliz. Durante el día habíamos estado escuchando Let’s pretend it’s not the end of the world de Miley Cyrus y la convertimos en nuestro himno, en nuestra canción. Porque así nos sentíamos. A pesar de que el mundo está tenso, nosotros estábamos bailando en el tejado con música y solcito. Riendo, hablando y amándonos.

Estamos viviendo un momento histórico tenso, pero necesario. Y eso es justamente lo que, como sociedad, necesitamos entender: no podemos avanzar como humanidad (no digo nación, no digo raza, no digo continente, en la humanidad entramos todos) si no cambiamos. 

Debemos resetearnos, comenzar a construir un mundo que no valore tanto el trabajo ni el dinero. Ojalá tuviéramos un mundo con más amor, aunque eso implique sacrificar algunas comodidades. ¿No sería mejor vivir en un lugar donde la mayoría esté bien, y no solo una minoría con el privilegio de haber nacido en ciertos lugares? Y ojo, no es una crítica personal a nadie, sino al sistema. A uno que llevamos años perpetuando y que claramente no quiere nuestro bienestar. Necesitamos movernos hacia algo mejor, hacia una forma de vivir en paz donde quepamos todas y todos. Aceptar este cambio con una sonrisa (y buena compañía) es una muy buena manera de dar un primer paso. 

Me encantó encontrarme con videos de la gente en España, en las calles, jugando, hablando, mirándose a la cara, después de tanto tiempo. La pandemia nos alejó mucho del otro, pero, quizás, lo que necesitamos es exactamente eso: que nos quiten las luces por un rato. ¿Para qué? Para poder reconectarnos, con nosotras mismas y con los demás. Lo mejor que puedo decir ahora es: que pase todo lo que tenga que pasar, pues todo lo que nos pasa tiene un propósito (aunque muchas veces no entendamos los motivos de las cosas). Porque sí, puede que el mundo esté colapsando… pero nosotras seguimos bailando en la oscuridad y a la luz de las velas. Igual, si se acaba el mundo, que me pille con mi amor y el porrito encendido.

¡Nos leemos en el próximo post!✨💃

Sígueme en mis redes sociales para que no te pierdas ninguna actualización:
Sígueme en YouTube Sígueme en Facebook Sígueme en Instagram Sígueme en TikTok Sígueme en Twitter

Comparte este post si te ha gustado:

2 comentarios:

  1. Me encanta todo lo que escribes mi amor, y en este post te superaste. Estoy taaan de acuerdo con lo que dices!!Soy tu más ferviente amante y admirador, ahora y siempre. ❤

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Y yo tu mayor fan y amante mi amor!! con tu música alegras la vida! Gracias por inspirarme tanto...!! Te amo!!

      Borrar