Tropezarse, acalambrarse, golpearse, caerse e incluso ahogarse (¡con tu propia saliva!) son solo algunos de los momentos más comunes cuando estamos intimando (y seguro que hay muchos más). ¡A mí me ha pasado de todo! Pero lo mejor es que hoy puedo reírme de esas experiencias y contártelas para que te rías conmigo. (Y no te preocupes, las historias son completamente anónimas, aunque estén basadas en mis vivencias). Lo importante es que esos pequeños momentos incómodos nos dejan las mejores risas y anécdotas para contar.
Hace algunos años, cuando vivía en Argentina, solía ir con frecuencia a un bar muy popular en la zona. Estaba tan cerca de mi casa que me iba caminando. De tanto ir, un día conocí a unos chicos: eran dos amigos. Uno de ellos era rubio y el otro moreno, lo que los hacía una dupla bastante curiosa. Ambos eran guapos, pero el moreno lo era mucho más. Jugaba béisbol en esa época, así que le llamaremos Jon Ronson. A pesar de que estaba en muy buena forma física, no me atrajo al principio, ya que yo soy más de rubios. Sin embargo, me cayó muy bien, y terminamos saliendo varias veces para charlar y tomarnos unas cervezas. Un día, mientras bebíamos vino en su casa, me puse un poco coqueta y terminamos intimando, ya sabes, algo casual entre amigos (guiño, guiño). Todo iba perfecto hasta que llegó el final. Jon Ronson resultó ser un gritón. En el momento de correrse, soltó una serie de gritos guturales a todo pulmón, como si estuviera en un concierto de death metal. Yo, por supuesto, me quedé con una cara de ¿esto me está pasando?, como el meme de Nick Young. Después de eso, quedamos un par de veces más, y siempre era lo mismo. Cada vez que llegaba el momento, mi cara era un poema; entre sorpresa y resignación.
¿Qué aprendí de esto? Que no todo lo que brilla es oro. A veces, lo que parece una relación divertida y sin compromiso tiene sorpresas que no esperabas, y no precisamente de las buenas. No digo que los gritos en la cama sean un motivo de peso para cortar con alguien, pero si te hacen más ruido (literal y figurado) de lo que deberían, pues es hora de replanteártelo. Al final, siempre puede haber algo que te haga ver a alguien con otros ojos, incluso después de las mejores primeras impresiones.
Esta historia me pasó en Venezuela. Un día quedé con un chico al que llamaremos Mr. Despreocupado en un hotel. Soy una gran fan de los hoteles, tienen una vibra única que ningún otro lugar tiene. Dan mucho juego y hacen que la imaginación se desate. Bueno, el caso es que con Mr. Despreocupado nos metimos en la ducha, un jacuzzi de hidromasaje. La cosa se calentó bastante, pero antes de empezar, le detuve y le pedí que se pusiera el condón. En ese momento, él saltó de la ducha como si estuviera compitiendo en los 100 metros planos, tan emocionado que olvidó secarse los pies. Dio un par de pasos y ¡zas! Se resbaló con la losa del baño y cayó de espaldas en un platanazo épico digno de America’s Funniest Videos. La escena fue tan absurda que empecé a ahogarme con mi propia saliva de tanto reír. Por supuesto, le alcancé una toalla y le pregunté si estaba bien. Mr. Despreocupado se levantó sin fracturas, pero el verdadero golpe fue directo a su ego. Pasamos toda la noche riéndonos de su “hazaña” y de lo irónico que fue su intento de heroísmo.
Al final, creo que los momentos que más se quedan con nosotras son estos: los que empiezan con risas inesperadas y terminan con una buena historia para contar. Y como siempre digo, no se trata de lo que pasa, sino de cómo lo manejamos: ¿con seriedad o con una sonrisa? (Aunque, entre nosotras, espero que la próxima vez él piense dos veces antes de saltar como un ninja en un baño resbaladizo).

Jajaja jajajaja excelente mami me hiciste reír ♥️♥️ Dios te bendiga mi flaca hermosa 🙏🙏
ResponderBorrarHahahahah lo importarte es que te reíste mami!! Te quiero!!❤❤
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