Mujer que se respeta tiene un dildo favorito. Y todas lo sabemos. Cuando apagas la luz después de una buena sesión de placer, tus juguetes hacen lo que cualquier de colegas en su trabajo: conversan, recuerdan anécdotas, comparan notas… y hasta bromean sobre quién te da más placer, si ellos o uno de verdad (guiño, guiño). Esto, obviamente, no está científicamente comprobado, pero yo, desde pequeña, ya imaginaba que mis muñecas hablaban entre ellas. Así que, con ese mismo espíritu, no puedo evitar preguntarme: ¿Y si mis juguetes sexuales también tuvieran vida propia? ¿Y si existiera una película estilo Pixar sobre lo que pasa en mi cajón cuando me duermo? ¿Qué dirían? ¿Y si los tuyos cobraran vida por la noche… te daría curiosidad o te morirías de la vergüenza?
¿Dónde guardas tus juguetes?
Yo tengo un cajón especial (al que cariñosamente llamo “el cajón del sexo”) en el dormitorio que comparto con Don Besucón. Muchos de los juguetes que tenemos los hemos comprado juntos: desde los especiales para el clítoris, hasta dildos, plugs anales, lubricantes, aceites e incluso juegos de cartas y dados sexuales. Sí, mi cajón del sexo tiene más vida nocturna que la discoteca de tu barrio.
Pero claro, cada una tiene su estilo. Están las que los guardan en la mesita de noche, las que los esconden en una balda del armario, las que aprovechan algún cajón perdido… y luego están los secretos más clásicos: esos escondites adolescentes donde tus padres jamás descubrirían que tenías un vibrador o un Satisfyer. El hábitat del juguete sexual siempre es el mismo: oscuro, discreto, apartado. Un refugio perfecto para que ellos puedan charlar tranquilamente sin miedo a ser… escuchados.
Y claro, como en buena película de Disney, cada juguete tiene su propia personalidad. ¿Alguna vez has imaginado cómo sería tu dildo si fuera una persona? Yo, sinceramente, me lo imagino un poco diva. Una especie de rockstar glam de los 80: plataformas, pelo alborotado, sombra de ojos plateada, crop top ajustado… y actitud de “yo sé lo que hago”. Un rockstar que va por libre porque tiene un arma doble: te acaricia por fuera… y por dentro (guiño, guiño).
Eso sí, los Satisfyer (porque sí, tengo dos) serían como una versión de Cher y Dionne de Clueless: divas, inalcanzables y siempre perfectas sin despeinarse. Saben que son las favoritas cuando se trata de precisión. ¿Y cómo no? Si su efectividad es del 99,9% de las veces. Ellas saben que, una vez enciendas el motor, los orgasmos no van a parar. Da igual si lo elegiste tú, si te lo regalaron o si lo probaste porque alguien te lo prestó (sí, existen hombres que aman jugar con tu clítoris… con más de una herramienta).
Pero bueno, no todo es glam y purpurina. También están los juguetes discretos. No todas las personalidades son excéntricas; algunas son más reservadas, más silenciosas… más de perfil bajo.
El plug pequeño, por ejemplo, es tímido. Sabe lo que significa entrar a lugares oscuros. Y aunque no les teme, sí lo piensa dos veces. El plug no suele salir a pasear seguido, pero cuando lo hace, es el rey de la noche. No hay diva con plataformas que supere la efectividad del plug: en preparación y calentamiento… es el campeón absoluto.
Eso sí, él aprende todo de su hermano mayor, el plug grande. Ese que no solo prepara la zona: la entiende, la estima y la respeta. Por un lado, el plug; por el otro, un pre delicioso, delicado y generoso. Gracias a esa doble función da más juego, más placer. ¿Qué haríamos sin los plugs y su arte milenario de preparar el terreno?
Pero el más querido de todos, el bienqueda del grupo, el que trae paz cuando divas y divos intentan imponer quién es más importante… es el lubricante. El lubricante es ese viejo amigo que siempre está ahí: te escucha, te ayuda, te prepara y hace que todo te resbale… para mayor comodidad. Sin él, el plug se sentiría solo, los dildos entrarían con más esfuerzo y tu compañero terminaría más seco que un camello de tanto escupir. El lubricante es limpio, confiable y confortable. Un gentleman de la silicona.
¿Y qué pasa si, en mitad de la velada, te apetece un masaje? No te preocupes: nuestro amigo el aceite llega para salvar la noche. A él no le encanta estar en “el cajón de los marginados del sexo”; preferiría un estante más glamuroso. Pero poco a poco se ha ido adaptando. Sabe que su función no es la más divertida, pero tampoco menos erótica.
Además, hay parejas que no pueden tocarse sin bañarse en aceite. ¿Alguna vez alguien te ha recomendado untarte aceite de bebé mientras te diviertes en la cama? Porque a mí me lo han dicho (amistades, aclaro) más de una vez. En esos casos, nuestro amigo el aceite se vuelve el protagonista absoluto de la noche. Y aunque su personalidad es más seria, se lleva bien con divas, tímidos y raros. Eso sí… nunca deja de preguntarse: “¿Por qué caí en este cajón? ¿No podían guardarme en el baño?”.
¿Alguna vez viste la escena de los aliens de Toy Story, esa donde todos repiten: “nos has salvado, estamos agradecidos”? Pues así me imagino a los condones. Porque sí, en mi cajón nunca faltan condones (cuando exploras la zona terrosa, es mejor ir protegida). Un poco torpes, algo infantiles, pero totalmente unidos. Siempre en manada desde el inicio, convencidos de que su misión es sagrada, mística e inevitable. Son como las mascotas del resto de los juguetes, pero igual de necesarios que cada uno de los habitantes de este cajón.
Si lo piensas bien… ¿qué crees que dirían tus juguetes eróticos de ti? Yo creo que los míos armarían rumbas eternas y, entre copa y copa, debates filosóficos sobre la profundidad del placer. Eso sí, siempre con un tema central: yo. Como si fuera una diosa que los guía en su misión, que juega con ellos, que se divierte con toda esta compañía nocturna. Y aunque no todos salgan a pasear al mismo tiempo, cuando les toca… me regalan tanto placer y satisfacción que luego no pueden evitar presumir ante los demás. Presumen cuántos orgasmos lograron, cuán útiles fueron, y cómo, una vez más, cumplieron con honor su propósito existencial.
Espero pillar alguna de esas conversaciones. Porque, claro, sería divertido saber qué opinan mis juguetes sexuales sobre mí. Si están cómodos conmigo, si los uso demasiado (o demasiado poco). Mi primer vibrador sería, y de esto estoy segura, el Veterano. El rockstar consagrado. Quien estrenó el primer cajón (aunque él tenía un lugar especial junto a mi ropa interior en sus inicios, como un secreto bien guardado). En aquel entonces éramos solo el y yo contra el mundo. Nos divertimos tantas horas juntos, que ¡hasta agotamos la baterías la primera semana!
Llegó a mi vida en la pandemia. Ya sabes, la época en la que no había citas, ni encuentros, ni contacto humano. Ni siquiera Tinder fue útil en esa época. Estábamos encerradas con nuestras fantasías, nuestras manos y nuestras ganas (guiño, guiño). Ese primer vibrador me salvó la vida (y la libido), porque no había manera de quedar con alguien para entretenerse entre tantas restricciones y confinamiento. Fue él quien inauguró mi amor por los juguetes. Quien me independizó por completo mi placer.
Porque, gracias a nuestros juguetes nuestro placer no depende de otro alguien. Los orgasmos que harán sentir los juguetes quizá no los experimentes de otras maneras. Las sensaciones son únicas. Cada uno de ellos quiere que juegues, que te diviertas con tu sexualidad. Debemos dejar que las vidas Satisfacer, los Rocstars dildos o los veteranos de guerra, te ofrezcan un espectáculo de placer inolvidable.
Tus juguetes eróticos son ese “amigo fiel” que nunca falla (aunque se funda de vez en cuando). Son los que te acompañan cuando las muñecas (o los carritos y pelotas, si fuiste más atleta que Barbie) ya no sirven para entretenerte. Cuando dejan de ser juego y se vuelven decoración, llega el momento de conocer a los juguetes de verdad. A esos que te permiten explorar tu cuerpo de forma segura, divertida y sin pedir permiso.
Cuando apago la luz, ellos celebran: que me tienen en su vida, que juegan conmigo, que están juntos (y quizá la familia siga creciendo). Nunca te van a juzgar. No opinan sobre tu vida. No te piden nada. Solo te dan placer. Para eso existen y eso quieren hacer contigo.
Y aunque jamás van a reemplazar un abrazo, unos besos o la compañía de alguien que te mira como si fueras una diosa, sí son una buena compañía cuando no te apetece estar con nadie, o cuando los invitas a tu fiesta íntima para que jueguen contigo y con tu acompañante (guiño, guiño). Lo importante es reír, jugar y divertirte. Entonces dime… ¿a qué jugamos hoy?
¡Nos leemos en el próximo post! 😉
No hay comentarios.:
Publicar un comentario